15 de noviembre de 2016

Conseguir nuestros objetivos

El primer paso para alcanzar nuestras metas es fijarnos objetivos realistas, alcanzables y medibles, que a la vez nos motiven a trabajar en esa dirección. Establecer un plan de acción nos ayudará a saber si estamos actuando de acuerdo a lo establecido y si no es así, determinar acciones correctivas que nos permitan volver a estar alineados con nuestro propósito. Los planes de acción deben revisarse periódicamente para asegurarnos que siguen teniendo sentido y que continúan siendo realistas. No hay que ver como algo negativo el hecho de replanificar, lo malo es mantener un planning que ha quedado desfasado y que no sirve para nada.

Para lograr cualquier fin es conveniente fijarnos hitos intermedios. De esta forma nos centraremos en la próxima meta y no en el objetivo final, que puede quedar muy lejano en el tiempo y resultar demasiado abstracto. Cada vez que alcancemos un hito sentiremos una mayor determinación para seguir luchando por el objetivo final, que poco a poco veremos más cercano y más definido. Atendiendo a este criterio, debemos analizar cómo descomponer cualquier situación personal o profesional que necesitemos resolver en partes más pequeñas que nos resultarán más sencillas de manejar. 

Otra de las partes fundamentales es establecer una estrategia que nos permita alcanzar esos hitos parciales y llegar así poco a poco al objetivo final. De nada nos servirá fijarnos metas si no definimos tácticas para conseguirlas. La estrategia debe ser realista y estar diseñada especialmente para nosotros. Por ejemplo, si decidimos participar en un maratón y no estamos habituados a correr, no podremos seguir el mismo entrenamiento que una persona que entrena habitualmente y está en mejor forma física.

Es importante también establecer prioridades y definir qué estamos dispuestos a sacrificar (y qué no) para lograr nuestro objetivo. Asimismo, hay que tener en cuenta el hecho de que somos seres humanos y que no siempre vamos a cumplir nuestro plan a rajatabla. Esta es otra de las razones por las que debemos revisar periódicamente nuestro planning inicial.

Por último, comunicar nuestros planes a los demás puede ayudarnos a mantenernos motivados, pero es preferible ser cautos y saber con quién compartirlos, para evitar generar demasiadas expectativas. Es preferible hacer partícipes solo a ciertas personas de confianza y hacerlo extensivo al resto cuando lo hayamos logrado.

Conseguir nuestros objetivos es muy gratificante, especialmente si hemos trabajado duro para alcanzarlos. Esto nos permite creer más en nosotros mismos y en nuestra capacidad para lograr todo aquello en lo que pongamos verdadero interés, constancia y dedicación.



18 de agosto de 2016

Vuelta a la rutina

Tras haber disfrutado de las merecidas y ansiadas vacaciones, no nos queda otra que volver a nuestra rutina diaria. El regreso al trabajo, a los estudios o a cualquier actividad que desarrollemos en nuestro día a día puede convertirse en una pesadilla si no lo hacemos adecuadamente. Pretender ponernos al día inmediatamente después de la vuelta no nos ayudará, más bien todo lo contrario. Lo ideal es ir estableciendo tareas diarias empezando por las más sencillas y fijando tiempos de descanso entre ellas. Conforme nos vayamos habituando al trabajo podremos empezar con aquellas que requieran de mayor atención o esfuerzo.

El denominado síndrome post-vacacional es algo que podemos evitar en gran medida si no alargamos nuestras vacaciones hasta el día anterior de nuestra incorporación al trabajo. Es recomendable volver un par de días antes para que la adaptación sea más paulatina, empezando a habituarnos nuevamente a los ritmos de sueño y comida. Conviene también desarrollar alguna actividad de ocio compatible con el trabajo para que el cambio no sea tan brusco y darnos tiempo para recuperar el ritmo que teníamos antes de marcharnos.

Por supuesto, nuestra actitud será también fundamental. En lugar de lamentarnos porque han terminado nuestras vacaciones, pensemos en lo afortunados que somos de haber disfrutado de unos días de descanso y retomar después el trabajo. Lamentablemente, hoy en día hay demasiadas personas que no pueden hacerlo.



20 de junio de 2016

Procrastinación

El hábito de procrastinar o dejar todo para el último momento es más habitual de lo que imaginamos y, aunque muchas veces se relaciona con la dejadez o la pereza, generalmente viene originado por falta de confianza en nuestras capacidades, por resistencias al cambio o por un alto grado de auto-crítica y perfeccionismo. Una y otra vez retrasamos esa tarea que no nos gusta porque preferimos la gratificación inmediata de hacer cualquier otra cosa, por improductiva que sea. En ocasiones llegamos a pensar que si dejamos pasar mucho tiempo finalmente no tendremos que llevarla a cabo, cosa que en condiciones normales no suele suceder.  

Tim Urban (http://waitbutwhy.com) afirma que hay dos tipos de procrastinación, aquella que cuenta con una fecha límite y la que no tiene un plazo establecido. Sin duda es mucho más peligroso el segundo, ya que en el primer caso generalmente nos pondremos en marcha cuando nos demos cuenta de que hemos dejado pasar más tiempo del que deberíamos y que nuestra fecha límite está a la vuelta de la esquina. En la recta final nos daremos el atracón y sacaremos adelante todo el trabajo que deberíamos haber hecho en las anteriores semanas o meses. 

Cuando se trata de situaciones de nuestra vida que no cuentan con un "deadline" la cosa se complica. No tenemos una fecha límite para montar nuestro propio negocio, ni para cambiar de trabajo, ni para abandonar una relación que no nos hace felices... Son circunstancias que requieren de un esfuerzo por nuestra parte o de mantener una conversación incómoda que nos da mucha pereza, así que nos quedamos como estamos, esperando a que algo cambie por arte de magia. Esta es la procrastinación más dañina, ya que corremos el riesgo de ver pasar nuestra vida como meros espectadores, sin intervenir en ella por miedo a equivocarnos, a que nos hagan daño o a parecer idiotas si decimos algo inapropiado.

Parémonos a pensar qué es lo que estamos postergando y tratemos de entender por qué lo hacemos. Si somos sinceros con nosotros mismos entenderemos los motivos y nos resultará más sencillo combatirlos.

Os animo a ver la charla de Tim Urban en la que explica de una forma muy divertida qué hay en la mente de un procrastinador crónico.




27 de mayo de 2016

Las relaciones "rebote"

Hay personas que, para evitar sentirse solas o intentar tapar vacíos, acostumbran a saltar de una relación a otra sin dejar pasar suficiente tiempo entre ellas. Sin tener que llegar a ser infieles, pueden tantear otras opciones si sienten que han dejado de querer a quien tienen al lado o que simplemente no es lo que esperaban. Su objetivo final es estar sin pareja el menor tiempo posible. Cuando terminan una relación ya tienen el camino allanado para la siguiente.

Por lo general, este comportamiento corresponde a meros intentos de rellenar profundos vacíos, que pueden haber sido originados por una relación pasada o por carencias afectivas que se experimentaron durante la niñez. Es habitual también que las relaciones "rebote" se utilicen para tratar de aliviar el dolor que supone una ruptura. Tener intimidad con alguien nos da a todos un sentimiento de seguridad y es un refuerzo para nuestra autoestima. Aquellos que solo son capaces de sentirse así a través sus relaciones, pretenderán alcanzar en muy poco tiempo el mismo nivel de intimidad que tenían con su ex-pareja con alguien que prácticamente acaban de conocer. Por este motivo querrán acelerar el ritmo de la relación, comportándose y hablando de temas más propios de un vínculo ya consolidado que de dos personas que están empezando a descubrirse.

Cuando se produzcan vacíos en nuestra vida debemos aceptarlos, sentir la tristeza por la pérdida y dejar pasar el tiempo necesario para curar esa herida de una manera sana, haciendo las cosas que nos gustan y rodeándonos de nuestros seres queridos, que nos darán todo su cariño y apoyo. Recurrir a las vías rápidas para tapar estos agujeros emocionales (comida, drogas, sexo, etc.) puede ayudarnos a no pensar en ello momentáneamente, pero la pena seguirá latente y saldrá al exterior cuando menos lo esperemos, impidiéndonos ser plenamente felices.


19 de mayo de 2016

Falsas ilusiones

Existe la creencia generalizada de que si nuestra pareja nos habla de un futuro en común es porque realmente tiene intenciones de permanecer a nuestro lado, pero no siempre es así. Cuando estamos a gusto con alguien que nos propone ir juntos de vacaciones, conocer amigos y parientes o incluso llega a comentar la posibilidad de formar una familia el día de mañana, es lógico que empecemos a ilusionarnos con haber encontrado por fin a la persona que estábamos buscando. Y de pronto, cuando todo parecía ir bien, la relación se termina. Nos sentimos como si hubiéramos estado dando vueltas en un carrusel que de pronto se ha parado en seco. A partir de ese momento comenzaremos a cuestionar toda la relación porque no entendemos qué ha sucedido y nos resultará difícil distinguir si hubo algo real o fue todo una farsa.

Hay personas que no tienen reparos en fingir planes de futuro si con ello pueden obtener lo que quieren de nosotros en el presente, ya sea dejar de sentirse solos, alimentar su ego o tener sexo asegurado. También hay quienes se creen sus propias mentiras y entran en un bucle de falsas ilusiones al que también arrastran a sus parejas y cuando por fin pisan tierra y se dan cuenta de que la relación no es lo que han idealizado en su mente abandonan a la otra persona, quien no dejará de preguntarse qué ha podido suceder para que se produzca un cambio tan radical en tan poco tiempo. Es probable que no ocurriera nada, simplemente que quien se dejó llevar por las ilusiones aterrizó de nuevo en la realidad.

Para los que deseamos encontrar esa persona especial con la que compartir nuestra vida y diseñar un mañana juntos puede resultar difícil protegernos ante estas situaciones, pero sí debemos estar alerta ante quienes no reflejan con sus acciones lo que declaran con sus palabras. La sinceridad no consiste en expresar todo lo que uno opina, sino en no decir nunca aquello que no se piensa o se siente de verdad.



12 de mayo de 2016

El miedo (II). Aprender a gestionarlo

En una entrada anterior ya escribí sobre algunas de las circunstancias más típicas que nos pueden llevar a sentir miedo. La mayor parte de ellas son situaciones que seguramente se presenten varias veces a lo largo de nuestra vida y no por ello dejaremos de tener ese sentimiento cuando vuelvan a producirse. Si nos aterra volar pero finalmente nos decidimos a coger un avión no significa que hayamos perdido el miedo. El temor sigue ahí, pero estamos aprendiendo a manejarlo y a que no limite nuestra vida.

Es fundamental que tomemos conciencia de las cosas que nos asustan, para que cuando nos enfrentemos a ellas no nos dejemos llevar por el pánico y respondamos de una forma racional. Para afrontar nuestros miedos primero tenemos que conocerlos y aceptarlos.

El miedo mal gestionado puede llegar a paralizarnos y jugarnos malas pasadas, por eso es importante estar atentos y saber cómo reaccionar cuando comencemos a sentirlo. Si nos asusta hablar en público tenemos dos opciones: evitarlo en la medida de lo posible (no siempre podremos hacerlo) o ponernos manos a la obra para intentar manejarlo adecuadamente. Lo más efectivo para superar cualquier miedo (aunque como he dicho antes lo normal es que no consigamos hacerlo del todo) es ir enfrentándolo poco a poco. 

En el ejemplo de hablar en público, podemos empezar ensayando una presentación en voz alta varias veces y cuando hayamos cogido confianza pedirle a algún amigo o familiar que nos escuche y nos dé su opinión. La clave está en adquirir seguridad y en que cuanto más nos familiaricemos con las sensaciones que experimentamos en esas circunstancias (sudor de manos, temblor de voz, sequedad de boca,...) menos nos van a afectar y podremos poner además medios para evitarlas o al menos mitigarlas (beber agua, hacer las pausas necesarias, ensayar previamente, etc.). 

Conforme vayamos enfrentando situaciones que nos parecían imposibles cuando el miedo nos paralizaba, nos daremos cuenta de que podemos conseguirlo y eso nos dará la determinación necesaria para hacerlo más veces. No podemos controlar las emociones que nos sobrevienen, pero sí podemos decidir qué hacer con ellas. El miedo nos puede inmovilizar, pero también nos puede llevar a mejorar algo en nuestra vida. En muchas ocasiones, las situaciones que más nos asustan nos traen experiencias muy gratificantes: unas estupendas vacaciones después del temido viaje en avión o el aplauso del público al finalizar nuestra presentación pueden ser buenos ejemplos de ello.


25 de abril de 2016

El poder de la fe

Es muy positivo creer en algo, no importa lo que sea. Algo en lo que podamos confiar nuestras esperanzas, nuestros sueños y deseos más profundos y también todo aquello de lo que no nos sentimos orgullosos. Podrá ser Dios, una religión, un poder superior o el universo, pero nuestra existencia será más llevadera si tenemos algo en lo que apoyarnos para encontrar el sentido en los momentos difíciles y donde podamos acudir para reconfortarnos y conseguir la fuerza que necesitamos para seguir adelante. Asimismo, es fundamental tener fe en nosotros mismos, en que somos valiosos por lo que somos, en que merecemos todo lo mejor, en nuestra capacidad para afrontar y aceptar las situaciones de la vida y aprender de ellas por dolorosas que sean a veces.

De alguna manera, somos lo que pensamos que somos y podremos convertirnos en lo que queramos si de verdad creemos poder hacerlo (y por supuesto actuamos para conseguirlo). Obviamente, hay ciertas limitaciones porque nunca nos volveremos invisibles o seremos capaces de volar por mucho que lo deseemos, pero en cierta medida llegaremos a proyectar en la realidad lo que de verdad creamos poder conseguir. Si nos visualizamos alcanzando nuestras metas y empezamos a creer que seremos capaces de lograrlas será más fácil llegar a ellas que si ni siquiera lo hubiéramos imaginado. Por otro lado, si lo que ofrecemos al mundo es negatividad y pesimismo de alguna manera estamos condicionando a nuestro entorno para que nos devuelva algo parecido. Afortunadamente esto funciona en ambos sentidos, así que tratemos de transmitir sensaciones positivas par atraer lo mismo hacia nosotros.


19 de abril de 2016

La verdadera responsabilidad

Nuestro principal compromiso cuando estamos en una relación debería ser cuidar de nosotros mismos, ya que solo así podremos atender adecuadamente a nuestra pareja. Ninguno es superior o inferior al otro y existe un claro equilibrio entre lo que aporta cada parte. Ambos deben ser capaces de dar el amor, la confianza y el respeto necesarios para la integridad y la buena salud de cualquier relación.

Para poder hacer esto es fundamental que cada uno se conozca a sí mismo y sepa qué es lo que necesita y espera del otro (y se lo haga saber), sin asumir más responsabilidad de la que le corresponde. No olvidemos que para que una pareja funcione los dos individuos deben estar implicados por igual. No importa la cantidad de esfuerzo, sudor o lágrimas que invirtamos en una relación, si el otro no tiene verdadero interés y actúa en consecuencia, no conseguiremos mantenerla a flote por mucho tiempo.

Tener pareja no implica dejar de hacer lo que nos gusta o de ser como somos, más bien todo lo contrario. Estar con la persona adecuada nos permitirá mostrarnos sin miedo a ser juzgados, a equivocarnos sin temor a reproches, a preguntar las cosas que no entendamos y a discutir aquellas con las que no estemos de acuerdo con la confianza de poder expresarnos libremente, sabiendo  que nuestra opinión será valorada y respetada aunque no siempre coincida con la de nuestra pareja.


14 de abril de 2016

Libertad emocional

Podemos definir la libertad emocional como aquella que nos permite ser conscientes de nuestros sentimientos y actuar conforme a ellos, sin que la actitud o comentarios de las personas que nos rodean nos influyan. De esta forma, si estamos tristes o enfadados no tendremos la necesidad de ocultar esas emociones por temor a que los demás nos perciban como individuos deprimidos o malhumorados. Sentiremos la pena, la rabia o el miedo de la misma forma que la alegría, la sorpresa o el amor. Aceptaremos cualquier emoción que nos sobrevenga, entendiendo que son nuestras y que debemos darles cabida en nuestro interior.

Lamentablemente, el odio, la envidia y principalmente el miedo son los guías de nuestro comportamiento en demasiadas ocasiones. Debemos atrevernos a cambiar, a pensar, a mejorar y a crecer, asumiendo el gran esfuerzo que todo esto supone.

La educación de las emociones implica dominio de sí mismo, que en ningún caso debe entenderse como represión. Se trata del empleo racional de nuestros recursos para superar aquellas situaciones que nos causan tensión, mejorando las condiciones en las que nos enfrentamos a ellas y resolviéndolas de forma respetuosa con nosotros mismos y con los demás.

Para llegar a esto necesitaremos cambiar nuestras creencias limitantes por la confianza en nuestras capacidades y reemplazar los mensajes negativos que nos enviamos por afirmaciones que refuercen nuestra autoestima y nos recuerden que con trabajo y dedicación seremos capaces de alcanzar muchas metas.


11 de abril de 2016

El mejor comienzo

Si al iniciar una nueva relación empezamos a preocuparnos en exceso por si va a funcionar o no, estaremos saboteándola de forma inconsciente. Pensar en los cómos y porqués del supuesto fracaso es una manera de protegernos a nosotros mismos, ya que no nos permitirá relajarnos del todo y disfrutar. Si finalmente sale mal, estaremos sobre aviso y el golpe no será tan duro como si caemos desde el séptimo cielo.

Cuando las razones para no estar al 100% no son achacables a la propia relación, sino que vienen determinadas por otras experiencias del pasado, es probable que estemos experimentando una falta de confianza en nosotros mismos, que derivará en una falta de confianza en nuestra pareja. Podemos pensar que repetiremos los mismos errores, que volverán a decepcionarnos, a engañarnos o a abandonarnos, sin tener siquiera indicios de que esto vaya a suceder. El miedo a a pasarlo mal otra vez nos lleva a crear estas hipótesis que no nos permiten conocer y dejarnos conocer realmente por la persona que tenemos al lado.

No podremos adivinar el futuro o pretender que nuestra pareja nos garantice nada, si lo hiciera nos estaría mintiendo. Lo que sí podemos y debemos hacer es estar presentes en la relación, preguntarnos si somos felices, si estamos siendo nosotros mismos, si nos permite crecer como personas y dirigir nuestra vida a donde queremos llegar, si nos sentimos seguros, respetados y valorados, si sentimos que la relación está equilibrada, que los dos aportan todo lo que está en su mano para cuidar de la misma.

No hay fórmulas mágicas para generar un clima relajado y de confianza en una relación, pero sí podemos elegir los pensamientos en los que nos queremos detener, las palabras que decimos y las acciones que realizamos cada día para sentirnos más comprometidos en reforzar el vínculo. El conflicto, los desacuerdos e incluso la crítica forman parte del proceso de conocerse y no es justo que pongamos en duda la relación o tiremos la toalla ante cada dificultad o pensamiento negativo que nos venga a la cabeza. Estamos en una fase de descubrimiento, no necesitamos ser perfectos ni que la otra persona lo sea, sólo respirar profundo y saber que todo estará bien pase lo que pase.


22 de marzo de 2016

El miedo a ser juzgados

En determinadas ocasiones podemos comportarnos de una forma que no refleje lo que somos realmente, aparentando lo que creemos que será aceptado más fácilmente por las personas que nos rodean y tratando de ocultar aquellos aspectos de nuestra vida que pensamos que van a ser juzgados.

Con esta actitud conseguiremos evitar el juicio en cierta medida, pero en contrapartida nos estaremos abandonando a nosotros mismos. En cualquier caso, nuestro comportamiento será objeto de opinión igualmente, ya que los seres humanos tendemos a emitir juicios (muchas veces de forma inconsciente) para llegar a conclusiones sobre lo que es admisible y lo que no lo es en nuestras relaciones con los demás. En este sentido, es muy difícil que ese dictamen se ajuste a la realidad si el temor a no gustar nos lleva a comportarnos de un modo que no ponga de manifiesto nuestros valores. 

Si nos definimos como personas fieles, honestas y trabajadoras deberíamos serlo en todos los ámbitos de nuestra vida, no manejar unas normas diferentes en función de la situación o del entorno en que nos movamos. Podremos ver la importancia real que otorgamos a nuestros valores cuando estemos junto a personas que no los compartan y aun así sigamos defendiéndolos, aun cuando exista el miedo a ser rechazados. Si realmente son fundamentales para nosotros nos daremos cuenta de que necesitamos vivir de acuerdo a ellos sin importar lo que los demás piensen, porque si no lo hacemos seremos nosotros mismos quienes nos juzgaremos de forma negativa.

Una cuestión de respeto básica que nos permitirá vivir en paz es no juzgarnos por no ser como los demás ni juzgarles a ellos por no ser como nosotros.



8 de marzo de 2016

La importancia de las relaciones

Los seres humanos somos criaturas sociales, necesitamos hablar, comunicarnos y sentirnos queridos. Si no nos relacionamos con los demás, nuestra vida está vacía. Y es la calidad de nuestras relaciones la que determina la calidad de nuestra vida.

El hecho de tener al lado a personas a quienes queremos hace que los buenos momentos sean todavía mejores al poder ser compartidos y permite también que las situaciones difíciles sean menos duras. Si nos guardamos los problemas para nosotros mismos es probable que los veamos cada vez más grandes y que acabemos sintiéndonos abrumados e impotentes ante ellos. Toda alegría compartida se multiplica por dos y al compartir un problema éste se reduce a la mitad.

Para conservar y cuidar nuestras relaciones familiares, de amistad o de pareja tenemos que aprender a aceptar a los demás por lo que son, sin centrarnos en los defectos que puedan tener, sino en sus cualidades positivas y en todo lo que nos aportan para ser nosotros mejores personas.

La verdadera satisfacción la encontramos cuando somos capaces de dar y ayudar a los demás. Cuanta más alegría y felicidad damos, más recibimos a cambio.


26 de febrero de 2016

Sé tú el cambio

Live your Legend http://liveyourlegend.net/ es una comunidad online que tiene como objetivo principal motivar a las personas a dedicarse a aquello que realmente les apasiona y les gusta. Tiene una filosofía muy interesante, de la que quiero compartir aquí algunos aspectos:
  • El entorno que nos rodea es determinante, las personas que tenemos cerca pueden motivarnos o desmotivarnos, por lo que es fundamental que elijamos bien y, en la medida de lo posible, evitemos a quienes no nos ayuden a mejorar, tanto en nuestra vida personal como en la profesional.
  • Invirtamos tiempo y energía en conocernos a nosotros mismos, ya que si no sabemos qué es lo que estamos buscando difícilmente podremos conseguirlo. Conocer nuestras fortalezas y nuestros puntos débiles, identificar nuestros valores, lo que nos hace felices y también las cosas que nos asustan es esencial para vivir de forma congruente con lo que realmente somos. 
  • La única forma de fracaso es no intentar hacer algo. Cualquier paso que demos para enfrentarnos a aquello que veíamos imposible es una victoria y mejorará la confianza en nosotros mismos.
  • Todos somos expertos en algo y aprendices en otras cosas, por lo que es positivo que ofrezcamos nuestra ayuda en aquello que podamos aportar valor y aprendamos a pedírsela a otros cuando la necesitemos.
  • No dar nada por sentado, asumir que siempre puede haber más formas de hacer las cosas. 
  • Dejar de compararnos con los demás.
  • Nuestra vida es un experimento diario con las personas, los trabajos, las experiencias y los proyectos que llevamos a cabo. Sin experimentación no hay aprendizaje y sin aprendizaje no hay nada.
  • Somos capaces de mucho más de lo que pensamos. La mayoría de las cosas que creemos que son imposibles realmente no lo son, solo tenemos que intentarlas. Cuando empezamos a hacer aquello para lo que creíamos ser incapaces, desarrollamos una nueva y poderosa confianza en nosotros mismos y en nuestra capacidad de conseguir lo que anhelamos. La mejor forma de hacerlo es rodeándonos de gente que ya lo ha logrado, ellos nos motivarán para darnos cuenta de que no es imposible.
  • Aprender haciendo. Si no nos movemos no aprenderemos nunca. 
Scott Dinsmore, fundador de Live your Legend, murió a los 33 años golpeado por unas rocas que cayeron sobre él mientras escalaba el Monte Kilimanjaro. Él mismo resumía la filosofía de Live your Legend citando a Mahatma Gandhi: "Sé tú el cambio que quieres ver en el mundo".



22 de febrero de 2016

Mejorar nuestra autoestima

A lo largo de nuestra vida hemos ido desarrollando una serie de creencias acerca de quienes somos y del lugar que ocupamos en el mundo. Esto es lo que conforma nuestra autoevaluación, cómo nos vemos. La autoestima es el valor que nos atribuimos y el respeto que sentimos por nosotros mismos. 

El rechazo cotidiano en la infancia puede habernos llevado a creer que somos inferiores al resto. El miedo a no estar a la altura puede producirse si en el pasado no tuvimos muchas experiencias de éxito o simplemente no fueron reconocidas por nuestros padres o educadores.

En la edad adulta, existen formas de mejorar nuestra autoestima a través de pequeños gestos que podemos incluir en nuestro día a día sin demasiado esfuerzo:
  1. Aumentar el número de cosas positivas que nos digamos a nosotros mismos. Centrémonos en los éxitos pequeños, en las buenas experiencias que tengamos y compartámoslo con los demás.
  2. Disminuir el número de pensamientos negativos. Las creencias negativas disminuyen nuestra capacidad para actuar y enfrentarnos a los retos que se nos presentan en la vida.
  3. Agradezcamos los reconocimientos que recibamos con un simple "gracias", no hay que justificar nada.
  4. Desarrollar una visión más realista del mundo y de las personas.
  5. Reconocer que somos seres únicos e irrepetibles.
  6. Aceptar que no somos responsables de las reacciones emocionales de los demás, solo de las nuestras.
  7. Aprender a reírnos de nosotros mismos y a relativizar los errores que cometamos, teniendo en cuenta que siempre nos sirven para aprender.
  8. Dejar de compararnos con los demás.
  9. Ser menos autocríticos.
  10. Cuidar nuestra postura corporal, manteniendo la espalda recta y los hombros hacia atrás. Modificando la postura del cuerpo experimentaremos también un cambio de actitud en nuestra mente.
  11. Limitar el número de compromisos que adquirimos y ser asertivos. Un buen NO hace más valioso un futuro SÍ.
  12. Utilizar la imaginación positiva, recordando experiencias agradables y los éxitos conseguidos.
  13. Ser compasivos con nosotros mismos. Ser capaz de perdonarnos por los errores que cometamos y premiarnos por nuestros logros.
  14. Aceptarnos y querernos tal y como somos, con todas nuestras virtudes y defectos.
Mantener una buena autoestima es esencial para nuestra supervivencia psicológica y para ello debemos prestar atención a las cosas que suelen tener un efecto negativo en ella: las reglas y deberes inflexibles, el perfeccionismo, la vulnerabilidad a la crítica y la falta de afirmación.



9 de febrero de 2016

La toma de decisiones

En el proceso de tomar una decisión siempre deberían darse tres etapas fundamentales:

- Una primera fase de consideración, donde se analiza la situación o el problema y se determinan los factores clave, qué queremos o qué necesitamos.

- Una intermedia en la que se establecen las ventajas de tomar esa decisión, en qué nos beneficiará, cuáles son los riesgos asociados a ella y si nos compensa asumirlos.

- La última fase es la resolución, en la que se deciden las medidas y acciones que llevaremos a cabo.

Cuando nos cueste trabajo decidir algo puede ayudarnos bastante ver en qué fase estamos y comprobar que no nos hemos saltado ninguna. Cualquier buena decisión requiere de las tres etapas en ese mismo orden.

Por otro lado, hay tres aspectos que dificultan enormemente la toma de decisiones y que conviene tener en cuenta:
  1. En muchas ocasiones nos quedamos "atascados" en una de las fases sin pasar a la siguiente, esto ocurre frecuentemente cuando pretendemos tomar la decisión perfecta y pasamos demasiado tiempo analizando una situación y todas sus variables para reducir los riesgos al máximo. Aunque un análisis completo y detallado nos ahorrará muchos quebraderos de cabeza, no debemos cometer el error de quedarnos barajando hipótesis más tiempo del necesario. Pensemos que la decisión perfecta no existe, solo podremos tomar la decisión más adecuada conforme a la información que tenemos en ese momento.
  2. Otra razón por la cual la toma de decisiones suele complicarse es la falta de coherencia entre lo que decidimos hacer y el análisis previo que hicimos de la situación. Podemos darnos cuenta de estar ante una situación que no nos conviene o que no nos ofrece garantías y aun así seguir para adelante. En ese caso debemos ser conscientes de que el riesgo que asumimos es mucho mayor, ya que nuestro yo interior nos está avisando de que no es una decisión acertada, otra cosa es que no queramos prestarle atención por temor al qué dirán o a dejar pasar lo que consideramos una buena oportunidad. Admitir que algo no está funcionando o que nos hemos equivocado y actuar en consecuencia es también una decisión. Rectificar es de sabios.
  3. El último motivo y no menos común es la falta de acción. Analizamos una situación y determinamos qué es mejor para nosotros, pero a la hora de la verdad nos asusta ponerlo en práctica y nos quedamos igual que estábamos, dando vueltas una y otra vez al mismo problema.
El hecho de habernos equivocado en algunas ocasiones no significa que seamos malos decidiendo. Tomar decisiones de una forma coherente y razonada es algo que se aprende y que hay que ejercitar con la práctica. Debemos salir de nuestra zona de confort y enfrentar nuestros miedos al rechazo, a la crítica y a la decepción. Apostar por nosotros mismos y por lo que queremos conseguir en la vida y ser responsables de nuestras decisiones, tanto de las acertadas como de las que no lo son tanto, que sin duda también nos aportarán un valioso aprendizaje.


19 de enero de 2016

Valiosos por lo que somos

Cuando estamos demasiado preocupados esperando una disculpa o una muestra de agradecimiento de otra persona, ponemos nuestra vida en stand-by por algo que puede no llegar nunca y que no depende de nosotros.

Debemos aprender a valorarnos más por lo que somos y no tanto por lo que hacemos o tenemos. En determinadas situaciones podemos actuar de forma incorrecta y eso no significa que seamos malos, únicamente somos seres humanos que se ven afectados por los acontecimientos y en ocasiones reaccionamos desde el miedo, la ira o cualquier otro sentimiento que tengamos en nuestro interior.

Cualquier decisión debemos tomarla siempre por nosotros mismos. Obviamente podemos pedir consejo, pero sin esperar a cambio una validación o una palmada en la espalda. Seamos nosotros mismos quienes nos confortemos en nuestras decisiones, atendiendo a nuestro propio juicio y sabiendo que tenemos derecho a equivocarnos. Si finalmente llegase esa disculpa o el agradecimiento que esperábamos, sin duda reconfortará nuestro ego, pero no determinará en absoluto nuestro valor. Somos exactamente igual que éramos antes.



11 de enero de 2016

Vivir el presente

Pensar en el pasado o preocuparnos por el futuro nos impide vivir el presente, que es lo único que tenemos realmente: el AQUÍ y el AHORA. Cada día que pasa no volverá a repetirse, por lo que debemos vivirlo con intensidad, tratando de llenarlo de momentos especiales, que son los que verdaderamente determinan nuestra felicidad.

Es importante aprender a tomar las cosas cuando vienen y a dejarlas ir cuando se van, ya que ese flujo de la vida es el que pone en nuestro camino las personas y las experiencias adecuadas para cada uno de nosotros. En muchas ocasiones, acontecimientos negativos o situaciones indeseables pueden conducirnos a conocer gente estupenda, introducir cambios positivos en nuestra vida o simplemente hacernos más fuertes. Nuestra necesidad de controlarlo todo siempre se interpone en el transcurso natural de nuestra existencia, mientras que dejarnos fluir con los acontecimientos y saber aceptarlos como son nos libera para disfrutar en el presente y permitir que la vida siga su curso.

Centremos nuestra mente en lo que estamos haciendo en cada momento, dejemos de pensar en lo que ya hemos hecho o en lo que vamos a hacer. Vivir cada día como si fuera el último puede parecer algo exagerado, pero realmente nadie sabe cuál será su último día en este mundo y por eso merece la pena aprovecharlos todos al máximo.


5 de enero de 2016

¡Feliz Año Nuevo!

Empezamos un nuevo año y, aunque suene a tópico, es un momento muy bueno para establecer las metas que pretendemos conseguir en los próximos 12 meses. De nada servirá fijarnos unos objetivos inalcanzables excepto para desmotivarnos, pero sin duda nos ayudará mucho tener presente a dónde queremos dirigirnos, para no despistarnos mucho por el camino.

A los clásicos de aprender idiomas, ir al gimnasio o ser mejor persona podemos añadir el de asumir nuevos retos profesionales, mantener una actitud abierta para encontrar pareja o aprender a ser más agradecidos cada día por todo lo que tenemos (aquí se incluyen la salud, el trabajo, la familia, los amigos,...). Lo importante es que no perdamos de vista nuestra meta y actuemos en consecuencia, de esta forma podremos irnos a la cama sabiendo que hemos hecho todo lo que estaba en nuestra mano para tener un poquito más cerca eso por lo que estamos luchando, sea lo que sea.

También es un buen momento para analizar lo que hemos aprendido del año que ha terminado, las cosas que hemos hecho bien y las que no volveríamos a hacer de la misma manera. El cambio de año es una excelente ocasión para pararnos un poco, ver lo que llevamos recorrido hasta ahora y decidir si vamos en la dirección correcta o tenemos que cambiar de rumbo para llegar a donde queremos.