23 de octubre de 2015

El niño interior

No importa la edad que tengamos, todos tenemos en nuestro interior un niño que sigue necesitando de amor y aceptación. Por muy maduros e independientes que seamos, seguimos albergando niños vulnerables que necesitan ayuda.

De pequeños somos educados para comprender que el amor, el éxito y la riqueza se encuentran fuera de nosotros, y que todo esto se consigue mediante el esfuerzo, la lucha constante y el continuo agrado a los demás.

Ahora somos nosotros quienes tenemos el poder de nuestra vida y debemos asumir nuestra propia responsabilidad en el presente. Abandonamos el papel de víctimas porque somos personas adultas capaces de cuidarnos y protegernos.

El compromiso de amar a nuestro niño interior comienza por aceptarnos tal y como somos, empezando a escuchar nuestras necesidades, sentimientos y a actuar sobre lo que de verdad queremos. Debemos decirle que merece ser respetado, amado y que es digno de toda nuestra confianza. Aunque hayamos podido ignorarle o abandonarle en el pasado ahora queremos escucharle, protegerle y tenerle en cuenta a la hora de tomar decisiones. No volveremos a dejarle a un lado, nunca volverá a estar solo.

Cuando empezamos a cuidar a nuestro niño interior, este se hace más fuerte, más confiado, es capaz de poner límites. Cuando tenemos un conflicto, nos permitimos sentir el dolor y seguimos a nuestro corazón confiando en nuestras alternativas, no escapando. Nos volvemos más fuertes con cada dificultad que resolvemos en nuestra vida.

Para tener una vida en equilibrio y exitosa como adultos es muy importante curar las heridas de nuestro niño interior. Hasta que no rescatemos, sanemos e integremos esa parte de nosotros, no seremos capaces de fundirnos con la totalidad de nuestro ser.



16 de octubre de 2015

Flechazos

En algún momento de nuestras vidas todos hemos podido sentir una química especial al conocer a alguien por primera vez, es lo que solemos denominar como flechazo o amor a primera vista. Si además de ese magnetismo a nivel físico descubrimos que compartimos intereses o aficiones con esa persona, podemos dejarnos llevar por la emoción del momento y pasar por alto otros factores imprescindibles para una relación de pareja. 

No parece práctico pensar que podremos mantener en el tiempo algo que únicamente se sustente en la atracción física y en tener gustos parecidos. Aspectos como la sinceridad, el respeto, la capacidad para la intimidad, compartir valores y tener un proyecto de vida similar son fundamentales para que una pareja funcione. Es muy difícil obtener toda esa información en un primer encuentro, por lo que si atendemos a la razón, deberíamos dar al menos una segunda oportunidad a quien nos haya hecho sentir a gusto en una primera cita,  pese a que no se haya producido una irrefrenable atracción física. Lo más probable es que necesitemos conocer al otro para que afloren esos sentimientos y es imposible hacerlo en unas cuantas horas. La idea del amor a primera vista es idílica, pero muy poco realista.

Centrémonos en el presente, no imaginemos al otro como nuestra pareja antes de tiempo porque si no nos atrae físicamente y tampoco le conocemos, lo más probable que no nos guste esa imagen e inconscientemente rechacemos la idea de una segunda cita. Dejémonos sorprender por lo que hay en el interior de cada ser humano.

Obviamente, tiene que haber algo que nos seduzca para decidir volver a ver a alguien, pero deberíamos valorar también si hemos estado cómodos, si hemos podido ser nosotros mismos y mostrarnos tal y como somos, si nos hemos reído, si nos hemos sentido escuchados y nos interesaba lo que nos contaba... En definitiva, si hemos pasado un buen rato en su compañía.

La atracción física es importante, pero hay otros muchos factores que deben darse para que se establezca un vínculo real entre dos individuos. Si lo que buscamos es una relación de pareja sana no debemos fundamentar todo en la fascinación y el hechizo iniciales, tendremos que analizar también lo que tiene esa persona en el interior para determinar si es lo que queremos a nuestro lado.


8 de octubre de 2015

El miedo

El miedo es una respuesta emocional a algo que percibimos como una amenaza. Esta amenaza puede no ser real, pero nosotros la sentimos así y nos genera el mismo desasosiego que si lo fuera. Como cualquier emoción, el miedo surge de forma instintiva y automática. Generalmente nos paraliza, por lo que es fundamental que aprendamos a diferenciar las amenazas reales de las que no lo son para evitar que, especialmente estas últimas, nos impidan actuar, tomar una decisión o enfrentar cualquier situación que se nos pueda plantear en la vida.

Algunos de los ejemplos más típicos:
  • Miedo al abandono, al rechazo, a ser engañados.
  • Miedo al estancamiento y a la rutina.
  • Miedo a la soledad.
  • Miedo a tener que ocuparnos de nuestra propia vida y a ser responsables de nuestra felicidad.
  • Miedo al fracaso o al éxito, a no saber hacer algo o a hacerlo mal. 
  • Miedo a la frustración, a no cumplir nuestros sueños.
  • Miedo a tomar decisiones inadecuadas, a ser incompetentes o a parecer estúpidos ante los demás. 
  • Miedo a las relaciones personales y al compromiso.
  • Miedo a intentar cosas nuevas, al cambio y a lo desconocido.
  • Miedo a no tener el control sobre lo que los demás hagan y piensen.
  • Miedo a no saber defender nuestros intereses y al conflicto que se puede generar si lo hacemos. 
  • Miedo a llevar la contraria.
  • Miedo a la desaprobación.
  • Miedo a expresar nuestros sentimientos, a cómo nos van a percibir los demás. 
  • Miedo a expresar nuestra sexualidad de forma adecuada.
  • Miedo a dejar que alguien nos conozca realmente, a ser honestos y a confiar en los demás.
  • Miedo a mostrarnos vulnerables.
  • Miedo a no saber poner límites.
  • Miedo a perder nuestra identidad e independencia al entablar una relación. Miedo a sentirnos atrapados.
  • Miedo a necesitar validación externa para sentirnos bien.
  • Miedo a la pobreza, a la enfermedad, al dolor, a la muerte.
  • Miedo a no ser escuchados, a no sentirnos valorados y respetados.
  • Miedo a la verdad.
  • Miedo a no ser aceptados tal y como somos.

Son muchas las circunstancias ante las que podemos sentir miedo y es bueno identificarlas para analizar si verdaderamente tienen fundamento o se basan en suposiciones que llevamos haciendo durante gran parte de nuestra vida y que asumimos como verdades sin serlo.