28 de abril de 2015

Expectativas

Es muy saludable tener expectativas, pero necesitamos saber que son exactamente eso y que las cosas no siempre sucederán como nosotros queramos. No obstante, esperar las cosas buenas de la vida sin duda nos acercará más a conseguirlas.

En ocasiones, para no ver frustradas nuestras expectativas de una relación de pareja, podemos irnos al extremo opuesto y pensar que estando solos o en relaciones superficiales estaremos menos expuestos a la vulnerabilidad que implica la cercanía con otra persona. Si no nos acercamos demasiado, no tendremos que esperar nada a cambio. 

El amor conlleva una pérdida de control con la que no siempre nos encontramos cómodos y exige que estemos dispuestos a sentirnos ocasionalmente heridos y rechazados. Si no estamos preparados para esto, inconscientemente encontraremos fallos en las personas que acabamos de conocer y las rechazaremos antes de que ellos puedan rechazarnos a nosotros.

Corramos el riesgo de ser nosotros mismos al iniciar relaciones. Confiemos en nuestras capacidades y aceptemos la posibilidad de ser rechazados de vez en cuando. No tenemos que gustar a todo el mundo, eso no significa que tengamos menos valor como personas. Evitemos fingir o aparentar ser lo que no somos para ser aceptados, a la larga nos traerá más sufrimiento.



26 de abril de 2015

Las fases del duelo (I): Negación

Podemos estar en la fase de negación incluso antes de que la relación termine. Sabemos que algo no funciona pero no somos capaces de admitirlo, probablemente porque esperamos que las cosas mejoren.

Cuando la relación ya se ha roto, surgen las primeras dudas acerca de si aquello que implicó la ruptura fue verdaderamente tan importante. Durante esta fase es habitual que busquemos justificaciones para todo y que sintamos una necesidad imperiosa de compartir todas estas reflexiones con nuestra ex-pareja. Nos costará hacernos a la idea de que la ruptura es definitiva.

Si hemos estado negando, racionalizando, justificando y minimizando cosas para evitar que la relación se terminara, será en esta primera fase cuando empezaremos a ver la realidad tal y como es, pero nuestra tendencia será la de seguir negando y justificando todo.

Una parte muy importante del duelo es la de reconciliar nuestra percepción con la realidad. Cuando tengamos nuestro espacio podremos ver cómo era nuestra relación realmente y será muy doloroso darnos cuenta de que hemos estado abandonándonos a nosotros mismos al permanecer en una dinámica que no era buena para nosotros. Precisamente para evitar sentir ese dolor podemos decidir seguir negando la realidad y darle otra oportunidad a nuestra ex-pareja.

Es habitual que sintamos el impulso de volver a contactar para ver si ya se han dado cuenta de su error y por arte de magia se han transformado en nuestra pareja ideal. Debemos ser cautos con albergar este tipo de esperanzas porque corremos el riesgo de estancarnos esperando ese cambio, que lo más probable es que no llegue nunca.

Esta fase será especialmente complicada si tendemos a idealizar a nuestras parejas y estamos más en contacto con cómo nos gustaría que fuera nuestra relación que con cómo es realmente.



22 de abril de 2015

Contacto cero

Cuando decidimos poner fin a una relación de pareja podemos llegar a sentirnos culpables, o al menos responsables, por los sentimientos del otro. Ha sido alguien con quien hemos compartido parte de nuestra vida y no queremos que sufra. Sin embargo, es algo que no podemos evitar. Siempre que una relación más o menos estable se termina se genera sufrimiento por ambas partes, aun cuando el tiempo que hayamos pasado junto a esa persona no haya sido precisamente un camino de rosas.

No hay duda de cómo nos sentimos cuando alguien a quien amamos toma la decisión de que ya no desea seguir a nuestro lado, pero también lo pasamos mal cuando somos nosotros quienes queremos poner el punto final a la historia.

Incluso cuando es una decisión acordada entre los dos y ambos están de acuerdo en que lo mejor es separarse, nos cuesta romper los vínculos que habíamos creado con esa persona. Él o ella ya no forman parte de nuestra vida, al menos como lo habían hecho hasta ahora.

Para acostumbrarnos lo antes posible a este nuevo estado, sean cuales fueran los motivos de la ruptura e independientemente de si nos dejan o somos nosotros los que dejamos, lo más saludable y beneficioso (pero no lo más fácil) es limitar al máximo toda forma de contacto con quien fue nuestra pareja. Si no hay hijos en común, no somos compañeros de trabajo y podemos evitar frecuentar el mismo círculo de amigos, será bastante más sencillo.

A lo largo de nuestra vida todos pasaremos por el trance de ser abandonados y también por el de tener que abandonar a alguien y cualquier separación requiere de un tiempo de duelo y adaptación.

Si nos han dejado y nos aferramos al contacto con nuestro/a ex como un último cartucho para retomar la relación, será una forma de prolongar la agonía. Si él o ella ya han tomado la decisión de romper con nosotros, mantener el contacto no va a hacerles cambiar de idea, más bien lo contrario. Será solo al sentir nuestra ausencia cuando puedan plantearse si se han equivocado o no.

En el caso de que seamos nosotros los que hayamos decidido abandonar, si intentamos dulcificar el tiempo de duelo acercándonos de nuevo a nuestra ex-pareja o atendiendo a sus reclamos, dejaremos de prestar atención a las razones por las que esa relación no funciona o no nos conviene. Estaremos demorando lo inevitable y exponiéndonos a sufrir de nuevo por algo que ya habíamos decidido que no es lo que queremos.






21 de abril de 2015

Adictos al drama

Si durante un tiempo prolongado vivimos situaciones de crisis, desdicha, incertidumbre, preocupación o ansiedad, nos podemos llegar a familiarizar tanto con los sentimientos que estos problemas generan que de forma inconsciente lleguemos a sentirnos cómodos con ellos. Nos volvemos, en cierta medida, adictos al drama.

Una vez que tomamos conciencia de nuestros apegos, conseguimos separarnos de aquello que nos lastima y comenzamos a ocuparnos de nuestra propia vida, podemos llegar a echar de menos la montaña rusa en la que estábamos subidos.

Es normal que al principio nos parezca algo insulso no tener que preocuparnos por las acciones o comentarios de los demás, dejar de tomar responsabilidades que no son nuestras y centrarnos solo en lo que depende de nosotros mismos, que es lo único sobre lo que tenemos control.

Estábamos tan habituados al conflicto y a la excitación que este conlleva, que cuando por fin logramos tener una vida tranquila nos parece que nos falta algo, que nos aburrimos. Esto no quiere decir que no estemos en el camino correcto. A medida que desarrollemos nuestras vidas, que fijemos nuestras metas y encontremos cosas que nos interesen, empezaremos a sentirnos cómodos con el sentimiento de paz y tranquilidad y nos desacostumbraremos al caos y al drama.


19 de abril de 2015

Asertividad

Aunque la palabra Asertividad no está recogida en el Diccionario de la Real Academia Española, es un término muy utilizado en Psicología. Podríamos definirla como una forma de comunicación que se sitúa entre la pasividad y la agresividad. Una persona asertiva es aquella capaz de expresar sus necesidades e intereses sin imponerse ni agredir a los demás. 

La asertividad está muy relacionada con la autoestima. Los individuos con un buen concepto de sí mismos tendrán mayor facilidad para responder de forma asertiva, mientras que las personas con una autoestima baja tenderán a ser pasivos o incluso agresivos en ciertas ocasiones.

Adoptar una actitud pasiva frente a los acontecimientos nos mantiene en un ciclo de frustración perpetuo. No tenemos las riendas de nuestra vida porque estamos a expensas de lo que digan o piensen los demás. Por no molestar preferimos sacrificarnos y mantener contentos a los que nos rodean, aunque eso implique ser infelices nosotros.

Cuando permanecemos mucho tiempo en una actitud pasiva, complaciendo continuamente a otros y abandonándonos a nosotros mismos, es fácil que ante determinada situación nos vayamos al otro extremo y reaccionemos con agresividad.

Dar un paso hacia adelante cuando sea necesario expresar y defender nuestros intereses es sin duda la válvula de escape que nos evitará acumular ese resentimiento en nuestro interior. Si nos guardamos todo dentro, esos sentimientos de frustración y rencor terminarán explotando como si de una olla a presión se tratara.

Al tomar conciencia de cuándo empleamos cada una de estas formas de comunicación podremos trabajar para ser más asertivos. Al principio nos costará un poco, pero es cuestión de que nos acostumbremos a no sentirnos obligados a complacer a nadie, más aún si ello supone renunciar a nuestro bienestar.




15 de abril de 2015

Nadie es perfecto

Aceptar a los demás tal y como son pasa por aceptarnos primero a nosotros mismos. Nadie es perfecto y todos cometemos errores.

Saber reconocer cuando nos hemos equivocado y pedir disculpas si hemos ofendido a alguien nos permitirá soltar el rencor y los sentimientos negativos que albergamos en nuestro interior. 

Por otro lado, si alguien nos ofende con sus palabras o su comportamiento podemos también expresarlo. Es normal que sintamos rabia, tristeza, frustración, desilusión,... y es muy saludable que expresemos esos sentimientos sin esperar por ello condicionar a la otra persona. Será su elección reaccionar de una u otra forma y pedirnos o no disculpas.

Si aprendemos a expresar nuestros sentimientos y a escuchar lo que los demás quieran compartir con nosotros estaremos en condiciones de establecer relaciones más saludables y de fortalecer y mejorar las que ya tenemos.

Cada individuo tiene su forma de expresarse y no podemos esperar que todos lo hagan igual que nosotros. Hay personas que tienen más facilidad para manifestar sus sentimientos y otras menos. Lo que quieran entregarnos lo podremos aceptar o no, pero lo que no quieran o no puedan darnos no debemos exigirlo. Respetar las decisiones y los tiempos de los demás y que los demás respeten los nuestros es fundamental para poder tener relaciones sanas.






14 de abril de 2015

Conectar con nosotros mismos

Cuando estamos conectados con nosotros mismos tenemos conciencia de nuestros sentimientos, de lo que nos hace felices, de lo que nos entristece, de nuestros objetivos, de nuestros límites,...

Al entrar en una relación codependiente, empezaremos a centrarnos tanto en la otra persona que, sin darnos apenas cuenta, iremos perdiendo esa conexión tan valiosa con nuestro yo interior. 

Las experiencias que hemos ido acumulando a lo largo de nuestra vida junto a nuestras cualidades personales, constituyen una herramienta muy potente que todos tenemos para orientarnos en nuestro camino. Podemos llamarlo intuición, sexto sentido, conciencia o como queramos, pero todos tenemos esa voz interior que nos dice si lo que estamos haciendo es o no lo que más nos conviene en ese momento y lo que es más importante, si nos ayuda o nos aleja de alcanzar nuestras metas y objetivos.

Si estamos conectados con nosotros mismos escucharemos esa voz y la tendremos en cuenta a la hora de tomar decisiones. Por el contrario, si estamos centrados en otra persona y desconectados de nuestro yo interior nos resultará más difícil escucharla y llegaremos incluso a ignorarla o negarla.

Con una visión a corto plazo tomaremos decisiones que, aunque sean las más apetecibles en ese momento, a la larga nos dificultarán el camino para conseguir nuestros objetivos. Por eso es importante que aprendamos a convivir con nuestros sentimientos negativos y no busquemos la recompensa o gratificación inmediata, que aunque suponga un alivio temporal a nuestro dolor o sufrimiento, nos hará volver al punto de partida sintiéndonos aún peor de lo que estábamos.

Podemos ver un claro ejemplo de esto en las adicciones: Si una persona pretende dejar de fumar, cuando lleve unas semanas de abstinencia tendrá una fuerte compulsión por encender un cigarro. Esto le supondría un alivio inmediato de su ansiedad, pero le alejaría de su objetivo final. 

La codependencia es también un tipo de adicción que tenemos que aprender a controlar reeducando nuestros hábitos y la forma en la que reaccionamos a los estímulos externos.





13 de abril de 2015

Mentiras

Ser honestos requiere muchas veces estar preparados para escuchar y decir cosas que no nos harán sentir cómodos. Es más fácil utilizar las llamadas "mentiras piadosas" y evitar los temidos conflictos con aquellos que nos rodean, o incluso con nosotros mismos.

Si vivimos una relación de pareja o de amistad basada en ilusiones, fantasía, excusas, etc... tarde o temprano descubriremos que no era tan sólida como imaginábamos. Los cimientos que suponíamos que la estaban sujetando eran también de mentira y todo terminará por desmoronarse.

Cuando detectamos mentiras de alguien que nos importa podremos justificarlo con sus buenas intenciones. Podrá haberlo hecho por no hacernos sufrir o por miedo a enfrentar la realidad, pero no dejará de ser una mentira.

Las mentiras son como la mala hierba, las ratas o las cucarachas,... si dejas entrar a una no tardarán en crecer y reproducirse de forma descontrolada.

Hay individuos que cuando tienen miedo o se sienten inseguros/nerviosos, utilizan la mentira como una  vía de escape rápido. Llegarán a autoconvencerse de las falsedades que han inventado o de los motivos que las justifican y no entenderán que otros decidan ceñirse a los hechos reales, obviando todas las justificaciones que ellos les darán para convencerles de que lo que han hecho no está tan mal. 

Las personas que no acepten sus mentiras representarán una fuente de conflicto, ya que serán una toma de contacto con la realidad y para ellos es más fácil permanecer en la fantasía que han creado para poder sentirse bien con ellos mismos. Si no hay una clara intención por rectificar la situación tomando su responsabilidad cada una de las partes y moviéndose ambos hacia una posición más honesta, la relación no será sostenible en el tiempo.



11 de abril de 2015

Cuentos de hadas

Cuando nos toca pasar por situaciones difíciles a lo largo de nuestra vida podemos afrontar el problema y tratar de solucionarlo, o podemos negarlo y crear una fantasía que aparentemente nos evite el sufrimiento. Tenderemos a hacer esto último si es así como nos hemos comportado durante nuestra infancia, para no enfrentar la realidad que vivíamos en casa con nuestros padres.

Después de ese entrenamiento inicial, habremos adquirido la capacidad de permanecer en relaciones en las que nos sintamos infelices, soñando que con nuestra ayuda y amor incondicional nuestra pareja llegará a transformarse en el príncipe azul o la princesa de cuento que desde pequeños llevamos grabado a fuego en lo más profundo de nuestro ser. Pasamos nuestra infancia creyendo que podríamos cambiar la situación que nos rodeaba o que alguien vendría a rescatarnos y ahora, cuando ya somos adultos, seguimos soñando.

Al ir creciendo, las niñas alimentan de forma inconsciente la idea de que un príncipe azul venga a rescatarlas y salvarlas de sus problemas para poder ser completamente felices. Las innumerables canciones y películas de amor con las que nos bombardean día tras día refuerzan esta creencia y otras muchas ideas equivocadas. 

Por su parte, los niños crecen pensando que las mujeres necesitan ser rescatadas y protegidas, que requieren que un hombre las cuide y las haga felices.

Son pensamientos que llevan tanto tiempo en nuestro interior que llegamos a tomarlos como si fueran totalmente ciertos y vivimos con la eterna esperanza de que nuestro príncipe o princesa llegarán un día para salvarnos y traer la felicidad a nuestra vida. Esta forma de pensar y de sentir nos generará mucho sufrimiento porque nunca podremos ser felices por nosotros mismos.


10 de abril de 2015

Detectarlo a tiempo

Existen algunas señales a las que debemos prestar atención para detectar si la persona con quien estamos iniciando una relación puede tener una personalidad narcisista o mostrar comportamientos y actitudes abusivas. 

Si los tenemos en cuenta podremos ahorrarnos mucho sufrimiento al evitar involucrarnos en relaciones que terminarán lastimándonos. Esto no significa que sean signos inequívocos, pero sí debemos estar alerta ante ellos.

  • Elude sus responsabilidades echando las culpas de todo lo que le sucede a los demás, pasando por el camarero, el taxista, su jefe, la crisis, su familia y amigos... y por supuesto tú.
  • Es hipersensible. Cualquier comentario inofensivo puede ser el detonante de una discusión apocalíptica. 
  • Su lenguaje es hostil y a menudo contiene palabras hirientes u ofensivas, aun cuando no parezca que haya motivos para ello.
  • No respeta tus límites ni presta atención a lo que tú quieres. Esto puede darse en situaciones cotidianas como elegir una película o pedir algo en un bar.
  • Tiene que saber dónde y con quién estás en cada momento. Los mensajes de texto o llamadas constantes pueden ser un ejemplo.
  • Tiene la necesidad de controlarlo todo de forma casi compulsiva: a la hora de conducir, de guardar las llaves, las entradas del cine, el dinero...
  • Te critica a menudo, se mete con tu forma de vestir o de comportarte.
  • Cuando estalla una discusión te hace ver que reacciona así porque tú lo has provocado. "Mira cómo me he puesto por tu culpa" será una de sus frases más recurrentes.
  • Suelen adoptar una postura física que transmita un aire de superioridad o misterio. No se sienten cómodos con el contacto físico, les gusta mantener su territorio.
  • No tardan mucho en reclamar un tratamiento especial de algún tipo. No esperar su turno o hablar con los máximos responsables de algo saltándose el procedimiento establecido pueden ser algunos ejemplos.
  • Cuando no ven satisfechos sus deseos o necesidades, o sienten que reciben el mismo tratamiento que los demás, suelen reaccionar con enfado e indignación.
  • Son especialistas en hacer responsables a todo el mundo de sus necesidades, errores, comportamientos o elecciones, salvo a ellos mismos.
  • No se sienten cómodos mostrando su desconocimiento en algo. Les gusta sentirse poderosos, aunque en el fondo sean unos ignorantes y unos perdedores.
  • Suelen ser impacientes, se aburren con facilidad, salvo cuando ellos son el centro de atención.
  • Utilizan la violencia para encubrir su vulnerabilidad y sensibilidad. Se separan de sus propias emociones y de sus seres queridos haciéndoles daño.

Estos comportamientos aplican a hombres y mujeres y los suelen manifestar únicamente con su círculo más cercano, normalmente con la pareja, padres e hijos. Es mucho menos frecuente que los muestren con los amigos o colegas de trabajo. Al resto del mundo se mostrarán como personas equilibradas y adorables.


7 de abril de 2015

Comunicación

A lo largo de nuestra vida habrá situaciones que nos hagan sentir más felices y otras menos, pero en todos esos momentos tenemos que hacernos cargo de nosotros mismos y no esperar a que nada ni nadie vengan a rescatarnos. Nadie puede darnos lo que nos falta, tenemos que facilitárnoslo nosotros porque somos los únicos capaces de hacerlo.

No obstante, si esperamos algo de otra persona debemos aprender a expresarlo de una forma directa. Podemos decir qué esperamos sin exigir que los demás cambien para acoplarse a nuestras necesidades y de la misma forma otras personas pueden decir qué esperan y si no queremos no tenemos por qué cambiar para adaptarnos a ellas.

En muchas ocasiones utilizamos una comunicación difusa, con la que pretendemos conseguir lo que queremos a través de la manipulación o de complacer a la gente. Reímos cuando queremos llorar y decimos que estamos muy bien cuando realmente no lo estamos. Pedimos demasiadas disculpas e insinuamos lo que queremos y necesitamos, en lugar de expresarlo claramente. Muchas veces tenemos miedo de decirle a la gente quiénes somos y qué queremos porque en el fondo de nuestro ser creemos que no está bien ser como somos.

Hagamos por nosotros mismos lo que esperamos que otros hagan por nosotros. Hasta que no quitemos nuestro foco de atención de los demás y lo volvamos hacia nosotros para ocuparnos de nuestras necesidades, no estaremos en disposición de hacer cosas por otras personas sin esperar nada a cambio. Por encima de todo, seamos quienes somos y digamos lo que queremos decir.




5 de abril de 2015

Sentimientos o hechos reales

Aunque es muy positivo tener gente en la que apoyarnos, es bueno también que aprendamos a abrazarnos y sujetarnos en nosotros mismos. En los momentos en que estemos preocupados o desanimados, no alimentemos nuestros sentimientos de miedo, culpa, inseguridad o ansiedad. Es natural que los sintamos y debemos hacernos cargo de ellos, pero sin sobrevalorarlos.

Habrá ocasiones en las que nos sintamos torpes, incapaces o poco valiosos, pero eso no significa que lo seamos realmente. No hay que olvidar que los sentimientos no son hechos. A veces lo que sentimos no se corresponde con la realidad y es importante que tomemos conciencia de ello y sepamos distinguirlo.

Cuando somos niños es habitual que asumamos que muchos de nuestros sentimientos negativos se deben a que no nos hemos comportado de forma adecuada, no hemos sido lo suficientemente buenos o no hemos cumplido las expectativas que otras personas habían puesto sobre nosotros. Cuando somos adultos es importante que analicemos cuáles son esos motivos porque es muy probable que la gran mayoría sean erróneos y no se correspondan con la realidad.

Si seguimos repitiendo los mismos patrones de nuestra infancia continuaremos reaccionando de la misma forma, siendo más complacientes y entregándonos más para que otros nos digan que lo estamos haciendo bien o que somos buenas personas. Estaremos renunciando a nuestro poder sobre nosotros mismos y otorgando la autoridad a los que nos rodean.



2 de abril de 2015

Celebrar nuestros logros

En ocasiones, para no herir los sentimientos de los demás podemos llegar a ocultar los nuestros. Somos capaces de no mostrar nuestra alegría al conseguir un éxito en el ámbito profesional o personal, para evitar que otros puedan molestarse por haberlo alcanzado antes que ellos. De la misma forma podemos ocultar nuestros sentimientos de tristeza o miedo, para no cargar con nuestros problemas a los demás. Desde pequeños hemos aprendido a preocuparnos por los sentimientos y las necesidades de los que nos rodean y no siempre nos dijeron que también debíamos cuidar de los nuestros.

Tanto en casa como en el colegio nos enseñaron que no estaba bien decir, o incluso pensar, que éramos más inteligentes, más altos, más divertidos o más populares que nuestros compañeros o amigos. Tampoco estaba bien hablar de las cosas que conseguíamos porque alguien menos capaz que nosotros podía sentirse mal por ello. A veces se nos podía recomendar incluso ocultarlas o quitarles importancia.

Si hemos arrastrado esta actitud de modestia o humildad mal entendida hasta que somos adultos, nuestra autoestima ha podido verse afectada, llegándonos a creer que somos menos capaces de lo que somos realmente.

Por eso no hay nada malo en felicitarnos por alcanzar nuestras metas, todo lo contrario. Celebrar nuestros logros nos animará y aumentaremos la confianza en nosotros mismos. No tenemos por qué ocultar o disimular nuestras cualidades ni restar importancia a las cosas que conseguimos. Para crecer como personas debemos tomar conciencia de nuestros puntos fuertes, así como de los aspectos que necesitamos mejorar, pero es muy sano también que nos felicitemos por todo aquello que vamos consiguiendo.