19 de marzo de 2015

Desapego

Haber crecido en una familia disfuncional nos puede llevar de adultos a la codependencia. La falta de seguridad que sentimos de niños intentaremos suplirla de forma inconsciente obsesionándonos con otra persona o preocupándonos en exceso por ella cuando somos adultos.

Debemos diferenciar los hechos del pasado de los que vivimos ahora. Ya no somos niños, ahora podemos protegernos y cuidar de nosotros mismos. Estamos a salvo.

Todo lo que nos tocó vivir en nuestra infancia no lo elegimos nosotros ni tuvimos capacidad para modificarlo, pero ahora sí podemos analizar las cosas que nos suceden y cambiar lo que esté en nuestra mano. Siempre podremos salir de las situaciones que nos hagan infelices si nos atrevemos a cambiarlas. 

Para ello es importante que aprendamos a desapegarnos de las personas y las cosas. No quiere decir que no podamos querer a otros, pero en la medida en que dejemos de sentirlos como una extensión de nosotros mismos nos será más fácil diferenciar lo que queremos y necesitamos de lo que quieren y necesitan los demás. No coincidir con los deseos o las necesidades de otra persona es algo normal, por eso nos juntamos de forma natural con las personas más afines a nosotros, ya que es con ellas con quien nos sentimos más cómodos. Sin apegos nos será más fácil separarnos de las personas o situaciones que nos afectan de forma negativa. Por el contrario, si nos apegamos en exceso tenderemos a permanecer e intentar cambiar lo que no esta en nuestra mano, con el consiguiente desgaste emocional que esto conlleva.

Tratémonos como los seres valiosos que somos y apartémonos de las personas y las situaciones que nos hagan daño. Hagamos caso a nuestros sentimientos y dejemos a un lado aquello que no nos conviene, aunque en ciertos momentos sea lo que más nos apetezca o lo que nuestra codependencia nos impulsa a hacer.


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