31 de marzo de 2015

El duelo

Poner fin a una relación de pareja es siempre doloroso, aunque sea una decisión muy meditada y sepamos que es lo mejor para nosotros y seguramente también para la otra persona. Para poder superarlo tendremos que pasar por las distintas fases del duelo, que podemos enumerar como negación, rabia, negociación, depresión y aceptación. Para superar el duelo es fundamental que nos hagamos cargo de los sentimientos que afloran en cada una de estas fases y que convivamos con ellos. Todo el sufrimiento pasará, pero inevitablemente estará con nosotros durante un tiempo y lo mejor que podemos hacer mientras tanto es cuidar de nosotros mismos.

Aunque parezca imposible, hay que confiar en que todo va a mejorar y en que volveremos a sentirnos bien. Es sólo una cuestión de tiempo. Cuando nuestro corazón sienta nostalgia, debemos usar la razón y recordar los motivos por los que esa relación no nos hace felices. El dolor que sentimos es producto del apego que hemos creado hacia nuestra ex-pareja, aunque se tratara de una relación tóxica que no nos hacía ningún bien.

Es natural que sintamos miedo de tener que empezar de nuevo. Tenderemos a idealizar a nuestra ex-pareja, sobrevalorando sus virtudes y minimizando sus defectos. Necesitaremos una gran fuerza de voluntad para no contactar con él o ella, al menos al principio, ya que esto afectaría de forma negativa nuestra salud física, mental y espiritual. Sentiremos que todas las áreas de nuestra vida se verán afectadas por la ruptura, pero todo esto forma parte del duelo.

En esos momentos puede sernos de gran ayuda recurrir a una persona cercana y confiable con la que validar nuestros sentimientos y pensamientos. También puede ayudarnos escribir todo lo que se nos venga a la cabeza, volcar nuestros sentimientos sobre el papel dejará espacio libre en nuestra mente y en nuestro corazón. Pero sobre todo tenemos que recordar que la vida y el mundo continúan.

Ante una ruptura sentimental nunca podremos evitar el dolor y el sufrimiento, pero sí podremos disminuirlos considerablemente si la aceptamos cuanto antes.

No vivimos para nadie ni nadie vive para nosotros. Tenemos solo una vida y esta se vive en el presente, no en el pasado ni en el futuro. Nuestro futuro no depende de nadie, salvo de nosotros mismos.



29 de marzo de 2015

Intercambio de papeles

A lo largo de nuestra vida todos tenemos asignados unos roles. Cuando somos niños nuestro papel es el de ser hijos de nuestros padres, hermanos de nuestros hermanos y amigos de nuestros amigos. Si hemos tenido una infancia que nos haya permitido desempeñar estas funciones de forma adecuada estaremos listos para asumir los roles de la edad adulta, que fundamentalmente son el de pareja sentimental y el de padres. 

Si por el contrario, lo que hemos vivido de niños no nos ha dejado representar los papeles que teníamos asignados y hemos asumido funciones que no eran las nuestras, es posible que nuestro inconsciente siga anhelando aquello que no tuvimos y tendamos a buscarlo en las relaciones que vamos estableciendo cuando somos adultos. Así podemos encontrarnos en relaciones de pareja disfuncionales donde lo que buscamos es la figura del progenitor que faltó en nuestra casa o incluso podemos llegar a asumir nosotros el rol de padre o madre con nuestra pareja. Da igual el intercambio de papeles que se haga, pero en ningún caso podrá ser una relación sana si cada uno no se ciñe al papel que tiene asignado en cada tipo de relación y en cada momento. Si ejercemos de padres de nuestras parejas no podremos ser padres de nuestros hijos cuando los tengamos y tampoco dejaremos a nuestros hijos comportarse como tales. Seguiremos alimentando la disfuncionalidad. 

Tomar conciencia de esto es fundamental para detener estos patrones y poder establecer relaciones saludables que nos permitan representar el papel que tenemos asignado en cada momento de nuestras vidas.

25 de marzo de 2015

Nuestro mejor amigo

Es curioso ver cómo nos comportamos de forma muy diferente cuando alguien a quien queremos comete un error y cuando somos nosotros los que nos equivocamos. Somos perfectamente capaces de apoyar y consolar a nuestros amigos o familiares cuando se encuentran tristes, preocupados, arrepentidos, avergonzados o agobiados, pero nos cuesta horrores hacerlo con nosotros mismos.

En lugar de eso, tendemos a machacarnos internamente, pensando lo estúpidos que somos por haber actuado de cierta manera, repitiéndonos que seremos incapaces de lograr nuestros objetivos, o asegurando que nadie querrá estar a nuestro lado. Podemos tener esta clase de pensamientos rondándonos la cabeza durante días enteros.

Aprendamos a tratarnos como a nuestro mejor amigo, pensemos qué le diríamos a un ser querido en esa misma situación y no nos culpemos por haber cometido un error. Los errores nos enseñan a mejorar y a crecer. Es a base de cometer errores como más se aprende.

No se trata de ignorar que hemos cometido un error, pero tampoco nos castiguemos por habernos equivocado. Es suficiente con tomar conciencia, pedir perdón si hemos ofendido a alguien y aprender la lección para tratar de no volver a hacerlo en el futuro.




23 de marzo de 2015

Compañeros de viaje

No podremos establecer relaciones saludables hasta que no sanemos la relación que tenemos con nosotros mismos. Somos el único compañero de viaje que va a ir siempre con nosotros. El resto de personas que encontremos en nuestro camino tendrán un mayor o menor peso en nuestra vida, pero en algún momento se bajaran del vagón en el que viajan con nosotros para dejar el asiento a otra persona. 

Por tanto, es importante que aprendamos a conocernos y querernos tal y como somos, ya que tenemos por delante un trayecto juntos y siempre es más fácil viajar si lo hacemos con una persona a la que conocemos y queremos.

Tomar el control de nuestra propia vida, dejar de hacernos las víctimas, querernos y dedicarnos el mismo respeto y cariño con el que tratamos a nuestros seres queridos, nos ayudará a dejar de buscar muestras de afecto o validación en el sitio equivocado.

Si no tenemos claro nuestro valor propio, es posible que en ocasiones nos conformemos con menos de lo que merecemos y necesitamos para ser felices. Esto se puede aplicar al trabajo, a las amistades, a las parejas... Si no creo merecer lo mejor que la vida puede ofrecerme, yo mismo me estaré cerrando a ello.

Nuestro instinto suele ser el que nos dice que algo o alguien no es para nosotros, pero muchas veces no queremos escucharle y nos engañamos a nosotros mismos creando fantasías en nuestra mente que no son lo que estamos viviendo en realidad. Pensar que una situación o una persona van a cambiar en el futuro y que entonces seremos felices solo nos hará sufrir durante más tiempo. Vivamos el presente, centrémonos en lo que tenemos ahora, no en lo que tuvimos o lo que podríamos llegar a tener en el futuro. No sabemos cuanto tiempo va a durar nuestro viaje, por eso hay que disfrutar y aprovechar cada día.



19 de marzo de 2015

Desapego

Haber crecido en una familia disfuncional nos puede llevar de adultos a la codependencia. La falta de seguridad que sentimos de niños intentaremos suplirla de forma inconsciente obsesionándonos con otra persona o preocupándonos en exceso por ella cuando somos adultos.

Debemos diferenciar los hechos del pasado de los que vivimos ahora. Ya no somos niños, ahora podemos protegernos y cuidar de nosotros mismos. Estamos a salvo.

Todo lo que nos tocó vivir en nuestra infancia no lo elegimos nosotros ni tuvimos capacidad para modificarlo, pero ahora sí podemos analizar las cosas que nos suceden y cambiar lo que esté en nuestra mano. Siempre podremos salir de las situaciones que nos hagan infelices si nos atrevemos a cambiarlas. 

Para ello es importante que aprendamos a desapegarnos de las personas y las cosas. No quiere decir que no podamos querer a otros, pero en la medida en que dejemos de sentirlos como una extensión de nosotros mismos nos será más fácil diferenciar lo que queremos y necesitamos de lo que quieren y necesitan los demás. No coincidir con los deseos o las necesidades de otra persona es algo normal, por eso nos juntamos de forma natural con las personas más afines a nosotros, ya que es con ellas con quien nos sentimos más cómodos. Sin apegos nos será más fácil separarnos de las personas o situaciones que nos afectan de forma negativa. Por el contrario, si nos apegamos en exceso tenderemos a permanecer e intentar cambiar lo que no esta en nuestra mano, con el consiguiente desgaste emocional que esto conlleva.

Tratémonos como los seres valiosos que somos y apartémonos de las personas y las situaciones que nos hagan daño. Hagamos caso a nuestros sentimientos y dejemos a un lado aquello que no nos conviene, aunque en ciertos momentos sea lo que más nos apetezca o lo que nuestra codependencia nos impulsa a hacer.


17 de marzo de 2015

Usar nuestra mente

En ocasiones, las personas codependientes podemos llegar a anteponer la opinión de otros ante la nuestra. Empezamos a desconfiar de nuestro criterio y terminamos delegando decisiones importantes a otras personas o a las circunstancias de la vida.

Esta forma de actuar suele venir originada porque alguien importante para nosotros en algún momento de nuestras vidas puso en tela de juicio nuestra capacidad para pensar y tomar las decisiones correctas. Pudo ser alguno de nuestros progenitores, un profesor de la infancia, una ex-pareja... Por alguna razón nos creímos que verdaderamente no éramos capaces de pensar de forma adecuada y eso nos lleva ahora a necesitar validación por todo lo que hacemos o pensamos.

Somos nosotros mismos quienes ponemos trabas a nuestra capacidad de decisión: Preocuparnos en exceso por lo que piensan los demás, forzarnos a ser perfectos, negarnos el derecho a equivocarnos y meternos prisa son algunos de los factores que nos llevan a abrumarnos, darnos por vencidos y pensar en otras cosas para evitar tener que tomar decisiones.

Debemos aprender a amarnos, escucharnos y confiar en nosotros mismos. Podemos tomar decisiones, saber qué es bueno para nosotros, qué necesitamos hacer y cuándo debemos hacerlo. Y siempre tendremos el derecho a equivocarnos y aprender de nuestros errores.


15 de marzo de 2015

Lo que la infancia nos marca

Lo que hayamos vivido de niños, el comportamiento de nuestros padres y nuestros sentimientos en esa etapa de nuestra vida, van a marcar las relaciones interpersonales que forjemos de adultos, especialmente las relaciones de pareja.

Podemos haber crecido en un ambiente familiar sano que nos haya permitido vivir nuestra infancia como niños y forjar nuestra personalidad de forma adecuada. Pero en muchos casos crecemos en familias disfuncionales donde los niños toman el rol de adultos porque estos se encontraban ausentes (bien física o emocionalmente) y se produce un intercambio de papeles. Los padres responsabilizan a los hijos de forma excesiva y les exigen que se comporten como adultos, y los niños crecen con el sentimiento de ser culpables de todo lo que pasa a su alrededor y aprenden a hacer lo imposible para que los que le rodean estén felices, aunque ello suponga sacrificar su propia felicidad.

Este patrón queda grabado en su inconsciente y en la edad adulta tenderá a repetirse, para lo que buscarán parejas que de alguna forma reclamen las mismas exigencias que en su día mostraron sus progenitores. Parejas dependientes, necesitadas, narcisistas o abusadoras pueden ser algunos ejemplos. Las situaciones que se viven en una relación de este tipo reproducen de alguna forma lo que el niño vivió en su infancia y por familiaridad con ellas tenderá a permanecer y tratar de arreglarlas, en lugar de abandonar y buscar una relación sana. 

Tener consciencia de esto es fundamental para que evitemos repetir los mismos patrones en la edad adulta. No pudimos cambiar lo que nos tocó vivir de niños, pero ahora somos adultos y tenemos la capacidad de protegernos y cuidar de nosotros mismos.




11 de marzo de 2015

Cosa de dos

Las relaciones de pareja son siempre cosa de dos y cuando una de las partes asume más responsabilidad de la que le corresponde la relación se desvirtúa. Es fundamental que sepamos diferenciar qué es responsabilidad nuestra y qué es responsabilidad del otro. Centrémonos en trabajar en nuestra parte para que mejore la relación y dejemos al otro hacer su trabajo también, no pretendamos hacerlo nosotros por ellos.

Los problemas suelen darse cuando empezamos a preguntarnos qué pensará la otra persona, qué puedo hacer yo para que se sienta mejor y que así se comporte como yo quiero. Dejamos de centrarnos en lo que sentimos nosotros para centrarnos en lo que siente el otro y eso es algo que no podemos controlar por mucho empeño y energía que pongamos en ello. Lo único que conseguiremos es desgastarnos.

Si una relación no nos da lo que necesitamos tenemos que ser realistas y valientes para afrontarlo y salir, no quedarnos ahí intentando cambiar lo que no está en nuestra mano. La idealización del otro y de la propia relación muchas veces no nos deja ver la realidad y nos auto-engañamos pensando que todo es mejor de lo que es en realidad.

Siempre que estemos en una relación (no sólo de pareja) deberíamos preguntarnos si nos hace sentir bien, si nos aporta algo positivo para crecer o por el contrario nos hace sufrir y nos está limitando en nuestro crecimiento personal. Este análisis hay que hacerlo desde la realidad de los hechos, no desde la idealización o la fantasía que podemos haber creado en nuestra mente.
Incluso cuando una relación no funciona siempre nos aportará algo valioso, bien sea lo que compartimos con esa persona o lo que aprendimos sobre nosotros mismos.

Es preferible la soledad digna y sin conflicto, que una relacion incompleta en la que la carencia manda.





9 de marzo de 2015

Cuidar de nosotros mismos

Cuidar de uno mismo no significa ser egoísta ni indiferente hacia las necesidades de los demás, sino tener conciencia de que merecemos ser tratados con respeto y que nuestras necesidades y  sentimientos importan.

Para cuidar de uno mismo siempre es necesario establecer límites, que muchas veces implicarán dejar de satisfacer las necesidades de otros, por lo que estos pueden reaccionar sintiéndose heridos o decepcionados por nuestro comportamiento, especialmente cuando les hemos acostumbrado a que haremos todo lo que esté en nuestras manos para darles lo que nos pidan, incluso a costa de nuestro bienestar.

Nunca es tarde para cambiar. No tenemos que justificarnos por cuidar de nosotros mismos, es nuestra responsabilidad. Por el contrario, no somos responsables del bienestar y felicidad de los demás, es algo que no nos pertenece.

Todo aquello por lo que somos valiosos está dentro de nosotros y no en nuestras posesiones, éxitos o en las relaciones que tenemos con otras personas. Convencernos de que somos valiosos por nosotros mismos nos da una gran libertad para abandonar la necesidad de complacer a otros para conseguir esa validación a cambio.

Dejar de satisfacer nuestras necesidades para complacer las de otros y sentirnos así queridos y valorados implica un abandono hacia nuestra persona. El abandono es una forma de maltrato y no está bien que nos lastimemos a nosotros mismos.


8 de marzo de 2015

Tolerar lo Intolerable

Cuando toleramos comportamientos inaceptables de los que nos rodean debemos preguntarnos por qué lo hacemos. Probablemente estemos buscando algo a cambio y no nos atrevemos a decir lo que realmente pensamos o cómo nos sentimos por no poner en riesgo esa recompensa, que habitualmente tiene la forma de atención o cariño.

Podemos pensar que si ignoramos las acciones que nos molestan de otra persona, esta lo valorará como una muestra de amor y permanecerá a nuestro lado pase lo que pase, pero lo que estamos haciendo realmente es abandonarnos a nosotros mismos.

Especialmente si hemos sufrido algún tipo de abandono (físico o emocional) durante la infancia, habremos crecido con el sentimiento de estar dispuestos a casi todo para evitar que nos abandonen y sentirnos queridos. Desde niños hemos aprendido a no expresar lo que sentimos ni a decir lo que pensamos para evitar ofender a los demás, y ese comportamiento se repetirá a lo largo de nuestra vida adulta si no tomamos conciencia de ello y tratamos de evitarlo. Para ello lo primero es quitarnos la venda de los ojos y afrontar la realidad tal y como es.

6 de marzo de 2015

Conócete a ti Mismo / γνῶθι σεαυτόν (Gnóthi Seautón) / Nosce te Ipsum


El aforismo griego "Conócete a ti mismo" (Nosce te Ipsum en Latín) fue utilizado en numerosas ocasiones por Sócrates y otros filósofos antiguos para destacar la importancia del autoconocimiento para la evolución del ser humano.

Sin conocernos a nosotros mismos no podemos cambiar y sin ese cambio nunca podremos crecer.

Entender por qué afrontamos determinadas situaciones de una forma y no de otra, por qué reaccionamos de manera diferente a como lo hacen otras personas y conocer nuestras limitaciones, son los primeros pasos para aceptarnos como somos y saber identificar nuestros puntos fuertes y también aquellos en que podemos mejorar.

Este apasionante descubrimiento de nosotros mismos es un camino que dura toda la vida y con cada situación a la que nos enfrentamos podemos aprender algo que sin duda nos servirá para afrontar otros desafíos en el futuro. La clave es saber quedarnos siempre con un aprendizaje, tanto de las situaciones positivas como de las negativas. A menudo es con estas últimas con las que más se aprende.