31 de diciembre de 2015

Cuestión de actitud

A lo largo de nuestra vida todos experimentamos momentos difíciles, pero lo que para alguien representa una tragedia otra persona puede verlo como algo de fácil solución. Es únicamente nuestra opinión sobre las circunstancias la que condiciona nuestro estado de ánimo, no las circunstancias en sí mismas. Pase lo que pase, siempre podemos elegir ser felices.

A menudo nos centramos en la parte negativa de las cosas y olvidamos todo lo bueno que tenemos a nuestro alrededor. Si queremos encontrar la felicidad tenemos que buscarla de forma adecuada y es muy probable que la tengamos mucho más cerca de lo que creemos, basta con que aprendamos que cada cosa que nos sucede siempre tiene un efecto positivo en nuestra vida, aunque sea algo que en ese momento no consigamos ver. Cada experiencia que vivimos, ya sea buena o mala, siempre nos enseña algo que nos permite evolucionar. Una forma de afrontar las tragedias es intentar buscar siempre algo positivo, algo que tenga cierto significado en el dolor que nos aflige.

Merecemos todo lo mejor que la vida puede ofrecernos y eso es lo que debemos esperar de ella. Nuestra actitud es lo único que determina nuestra felicidad. Para ser felices no necesitamos más dinero ni una casa más grande ni un trabajo mejor, todo lo que tenemos que hacer es cambiar de actitud.


10 de diciembre de 2015

Separarnos de nuestros padres

Para poder convertirnos en auténticos seres individuales y libres, cuando llegamos a la edad adulta tenemos que romper en cierta medida los lazos que hemos tenido con nuestros padres en nuestra niñez y adolescencia. Si hemos estado muy apegados a alguno de nuestros progenitores durante mucho tiempo podemos llegar a sentirnos como una extensión de ellos mismos, sacrificando incluso nuestra propia felicidad para garantizar la suya. Diremos entonces que los hijos no evolucionan porque sus padres no se lo permiten, o al menos no les animan a hacerlo. 

Es principalmente en las relaciones madre-hija donde se establece este tipo de estancamiento y generalmente se produce porque nuestras madres tampoco recibieron de las suyas el aliento para que vivieran su propia vida, y así generación tras generación. La cultura en la que vivimos nos enseña que las mujeres tienen las funciones de cargar con el dolor y de cuidar emocionalmente de los demás, y podemos llegar a sentirnos culpables si no las llevamos a cabo. Es ese sentimiento de culpa u obligación el que en ocasiones nos mantiene atadas a nuestras madres. 

Muchas mujeres se pasan la vida esperando que sus madres les empujen a vivir por ellas mismas, cuando estas son incapaces de hacerlo porque nadie puede dar lo que nunca recibió. En estos casos debe ser la hija quien decida ser responsable de sí misma y romper así con un sistema enfermo que tampoco permite a las madres seguir su propio camino. 

Esta ruptura inicialmente puede provocar algún conflicto, pero a la larga servirá para hacer el vínculo más sano y auténtico. Una cierta separación será el comienzo de nuestra verdadera libertad e individualización y nuestros padres finalmente se alegrarán por ello, aunque para conseguirlo se haya producido algún terremoto en el sistema familiar.



4 de diciembre de 2015

Reflejo de nuestro interior

La forma en que nos vemos a nosotros mismos no tiene por qué coincidir con la imagen que proyectamos hacia el exterior. Esto en parte se debe a que no siempre decimos lo que pensamos y a que en ocasiones nos comportamos de forma diferente a como nos sentimos realmente. Las acciones hablan por sí solas, de nada servirá definirnos de una determinada manera si nuestros actos dicen lo contrario. Si aseguramos ser leales pero traicionamos a la gente, o decimos ser cariñosos y nos mostramos ariscos con quienes tenemos a nuestro alrededor... Lo que transmitimos con nuestro comportamiento prevalece siempre a lo que comunicamos con palabras, y eso va a influir definitivamente en la percepción que los demás tienen de nosotros.

Si no hay concordancia entre lo que pensamos, sentimos, decimos y hacemos, estaremos sometidos a una gran tensión, ya que tendremos que vigilar que todo lo que mostramos hacia afuera encaje con la imagen que queremos dar en un determinado momento, aunque esta no tenga nada que ver con lo que albergamos en nuestro interior. Obviamente esta es una tarea extenuante que no puede sostenerse durante mucho tiempo. 

Es positivo que aspiremos a mostrar siempre la mejor versión de nosotros mismos, pero no merece la pena mostrarnos de una forma diferente a como somos realmente con el único objetivo de ser aceptados. El problema fundamental se da cuando somos nosotros los que no nos aceptamos, autocensuramos nuestra forma de pensar o nuestros sentimientos, los juzgamos como negativos y los escondemos por temor a que el resto del mundo los vea de la misma manera. Los sentimientos no son ni buenos ni malos por sí mismos, no pasa nada por sentir miedo, tristeza, rabia, dolor,... Todos son sentimientos propios del ser humano. Otra cosa es cómo reaccionamos cuando aparecen, pero si aprendemos a identificarlos y los aceptamos, sin duda podremos hacerlo de una forma más controlada.

Una vez que hayamos identificado y aceptado el sentimiento podremos expresarlo si lo consideramos oportuno, pero no dejemos de hacerlo por temor a lo que puedan decir o pensar los demás. Decir lo que pensamos y expresar cómo nos sentimos es una forma muy sana de relacionarnos, siempre que lo hagamos desde el respeto.



16 de noviembre de 2015

El precio del "amor"

Cuando nos aferramos a una relación que sabemos que no es buena o que está prácticamente rota, estamos postergando lo inevitable. Por muchos esfuerzos que hagamos, nosotros solos no podremos salvar algo que depende de la voluntad de dos personas.

Al comenzar una relación de pareja sobrevienen sentimientos muy intensos que nos hacen creer que por fin hemos encontrado a quien estábamos buscando y que esta vez será diferente. Inconscientemente situamos nuestras expectativas en un nivel muy alto, que desgraciadamente casi nunca se alcanza.

Pasa el tiempo y empezamos a ver detalles que no nos gustan, signos de que la relación no es como querríamos que fuera, pero en lugar de afrontarlo y plantar cara a la situación, tapamos, justificamos y buscamos excusas para todo. Aunque trabajemos duro por conservar lo que tenemos, en nuestro interior hay algo que nos dice que eso no funciona, que no somos realmente felices con esa persona a nuestro lado.

Nuestros sentimientos enmascaran todo lo que, si fuéramos objetivos, sería incompatible con una relación de pareja sana. Nos resignamos a permanecer junto a alguien con quien tenemos que censurarnos a nosotros mismos y fingir ser quien no somos para evitar peleas continuas. Este es un precio altísimo que nunca merece la pena pagar "por amor". Cuando encontramos a alguien que nos quiere incondicionalmente por lo que somos es cuando nos damos cuenta de que EL AMOR no tiene precio, no tenemos que pagar ningún peaje para conseguirlo.

Nunca llegaremos a ser felices en una relación si no podemos ser nosotros mismos. Si tenemos que cambiar nuestra forma de ser, renunciar a nuestros principios o dejar a un lado nuestras creencias y valores para complacer a otro, es porque esa persona no es para nosotros. Dejémosla ir para hacer hueco a alguien que de verdad pueda satisfacer nuestras necesidades y querernos tal y como somos.



15 de noviembre de 2015

Lo que hemos aprendido

Separarnos de alguien a quien hemos querido y con quien hemos compartido una parte de nuestra vida es siempre un proceso doloroso. No obstante, cuando consigamos curar las heridas, podremos valorar lo que aprendimos con esa persona que ya forma parte de nuestro pasado.

La tristeza, la desolación y todos los momentos horribles que pasamos tras una ruptura son inevitables, pero con el paso del tiempo podremos mirar hacia atrás y agradecer a esa relación todo lo que nos hizo madurar. Habremos aprendido algo más de lo que queremos y lo que no queremos en nuestra vida, de nuestra capacidad para amar y de nuestras fortalezas y limitaciones al establecer relaciones. Tanto si la relación fue bien como si fue tormentosa desde el principio, ha sido una experiencia más que nos ha permitido conocernos mejor y llegar a ser quienes hoy somos.

La persona con la que decidamos compartir nuestras vidas debe querernos tal y como somos y de la misma forma no debemos intentar cambiar a nuestras parejas, ya que lo único que generaremos serán tensiones y situaciones de conflicto en la relación. Las personas no cambian si no es porque ellas mismas así lo deciden.

Para establecer un vínculo sano tenemos que buscar a alguien con quien compartamos valores, que nos respete y nos quiera por lo que somos y que esté dispuesto a dejarse amar, a compartir sus sentimientos y en definitiva su propia vida. Somos seres individuales con nuestra propia identidad, pero al estar en pareja formamos también un equipo. Obviamente habrá cosas en las que no estemos de acuerdo, pero las bases serán lo suficientemente fuertes como para soportar esas diferencias y que la relación no se tambalee a la primera de cambio.


11 de noviembre de 2015

Decidir desde el amor y no desde el miedo

Aunque pueda parecer que a la hora de decidir algo hay muchas opciones posibles, realmente podemos clasificarlas todas en dos grandes grupos: las decisiones que tomamos desde el amor y las que realizamos desde el miedo. 

Actuamos desde el miedo si comemos de una determinada manera por temor a engordar, si hacemos ejercicio con la única finalidad de ser aceptados por nuestro físico, si salimos con personas que sabemos que no nos quieren como merecemos, pero que nos hacen sentir más valiosos que si estamos solos. Podemos permanecer en trabajos que no están alineados con nuestros valores y que no nos permiten desarrollarnos como profesionales ni como personas, por temor a quedarnos sin dinero. El miedo al rechazo nos puede llevar a ser extremadamente complacientes con los demás, dejando nuestras necesidades a un lado, o a permanecer en relaciones tóxicas que sabemos que no son buenas para nosotros.

Cuando empezamos a actuar desde una posición de amor en lugar de hacerlo desde el miedo, estamos siguiendo el camino que hemos elegido a partir de las decisiones que tomamos en nuestro día a día. Esto no quiere decir que no tengamos que pasar por momentos de tristeza, rabia o frustración, pero sabremos diferenciar lo que es realmente importante y tendremos la seguridad de haber hecho lo correcto, y aunque en el corto plazo suponga pasarlo mal, sabremos que esa decisión nos conducirá a lo que verdaderamente queremos en nuestras vidas.

Una vez que tomamos conciencia de esto, podemos empezar a hacer absolutamente todo desde una posición de amor: haremos deporte porque nos hace sentir bien, comeremos sano porque nos gusta cuidar nuestro cuerpo, nos rodearemos de las personas que nos tratan con respeto y con cariño, tendremos relaciones de pareja sanas, ya que no necesitamos estar con nadie para sentirnos completos, haremos los trabajos que verdaderamente nos gustan y nos permitan dar lo mejor de nosotros mismos y seguir creciendo, empezaremos a decir NO a los demás para dejar espacio a un SÍ a nosotros mismos... En definitiva, nuestra vida cambiará drásticamente si aprendemos a tomar las decisiones de nuestro día a día desde el amor y no desde el miedo.


2 de noviembre de 2015

Las películas que nos montamos

Es bueno que de vez en cuando nos paremos a analizar si los pensamientos que tenemos se basan en la realidad o son fruto de una película que hemos montado en nuestra cabeza. Es sorprendente la cantidad de tiempo que pasamos dando vueltas a cosas que no han pasado realmente, sino que son solo nuestros pensamientos y de nadie más.

La percepción que cada individuo tiene de una misma situación puede ser diferente y generalmente se basa en nuestras experiencias pasadas, por lo que la lectura que hagamos de un determinado hecho puede ser muy distinta a la de otra persona. Si hemos sido engañados en varias ocasiones, tenderemos a ser más desconfiados que alguien que no ha sido traicionado. Si nos hemos topado con gente que ha querido aprovecharse de nosotros, podremos pensar que al conocer a alguien nuevo va a comportarse de esa misma forma.

La predisposición de una persona que ha vivido estas experiencias en el pasado no tendrá mucho que ver con la de alguien que ha sido tratado con amor, confianza y respeto. Obviamente no se trata de no prestar atención a nuestra intuición y a las señales que nos lleguen del exterior, pero si vivimos sobreanalizando cada mirada, gesto o conversación de nuestros familiares, amigos, compañeros de trabajo o pareja, terminaremos el día mentalmente agotados.

Muchas veces proyectamos en los demás el reflejo de nosotros mismos, justificando nuestros miedos e inseguridades. De esta forma podemos pensar que si alguien nos contesta o nos mira mal es porque están molestos con nosotros, porque no somos lo suficientemente buenos o no estamos a su altura, cuando la realidad puede ser que esa persona esté cansada, tenga un mal día y simplemente no le apetezca hablar con nadie. En ciertas ocasiones nuestra percepción será real, pero no olvidemos que puede haber otros motivos para reaccionar así, razones que pueden no tener que ver nada con nosotros y que no conocemos ni podemos controlar.

Aprendamos a detenernos antes de crear una película que consumirá gran parte de nuestra energía y que no tiene por qué ser lo que esté sucediendo realmente, sino solo pensamientos.


23 de octubre de 2015

El niño interior

No importa la edad que tengamos, todos tenemos en nuestro interior un niño que sigue necesitando de amor y aceptación. Por muy maduros e independientes que seamos, seguimos albergando niños vulnerables que necesitan ayuda.

De pequeños somos educados para comprender que el amor, el éxito y la riqueza se encuentran fuera de nosotros, y que todo esto se consigue mediante el esfuerzo, la lucha constante y el continuo agrado a los demás.

Ahora somos nosotros quienes tenemos el poder de nuestra vida y debemos asumir nuestra propia responsabilidad en el presente. Abandonamos el papel de víctimas porque somos personas adultas capaces de cuidarnos y protegernos.

El compromiso de amar a nuestro niño interior comienza por aceptarnos tal y como somos, empezando a escuchar nuestras necesidades, sentimientos y a actuar sobre lo que de verdad queremos. Debemos decirle que merece ser respetado, amado y que es digno de toda nuestra confianza. Aunque hayamos podido ignorarle o abandonarle en el pasado ahora queremos escucharle, protegerle y tenerle en cuenta a la hora de tomar decisiones. No volveremos a dejarle a un lado, nunca volverá a estar solo.

Cuando empezamos a cuidar a nuestro niño interior, este se hace más fuerte, más confiado, es capaz de poner límites. Cuando tenemos un conflicto, nos permitimos sentir el dolor y seguimos a nuestro corazón confiando en nuestras alternativas, no escapando. Nos volvemos más fuertes con cada dificultad que resolvemos en nuestra vida.

Para tener una vida en equilibrio y exitosa como adultos es muy importante curar las heridas de nuestro niño interior. Hasta que no rescatemos, sanemos e integremos esa parte de nosotros, no seremos capaces de fundirnos con la totalidad de nuestro ser.



16 de octubre de 2015

Flechazos

En algún momento de nuestras vidas todos hemos podido sentir una química especial al conocer a alguien por primera vez, es lo que solemos denominar como flechazo o amor a primera vista. Si además de ese magnetismo a nivel físico descubrimos que compartimos intereses o aficiones con esa persona, podemos dejarnos llevar por la emoción del momento y pasar por alto otros factores imprescindibles para una relación de pareja. 

No parece práctico pensar que podremos mantener en el tiempo algo que únicamente se sustente en la atracción física y en tener gustos parecidos. Aspectos como la sinceridad, el respeto, la capacidad para la intimidad, compartir valores y tener un proyecto de vida similar son fundamentales para que una pareja funcione. Es muy difícil obtener toda esa información en un primer encuentro, por lo que si atendemos a la razón, deberíamos dar al menos una segunda oportunidad a quien nos haya hecho sentir a gusto en una primera cita,  pese a que no se haya producido una irrefrenable atracción física. Lo más probable es que necesitemos conocer al otro para que afloren esos sentimientos y es imposible hacerlo en unas cuantas horas. La idea del amor a primera vista es idílica, pero muy poco realista.

Centrémonos en el presente, no imaginemos al otro como nuestra pareja antes de tiempo porque si no nos atrae físicamente y tampoco le conocemos, lo más probable que no nos guste esa imagen e inconscientemente rechacemos la idea de una segunda cita. Dejémonos sorprender por lo que hay en el interior de cada ser humano.

Obviamente, tiene que haber algo que nos seduzca para decidir volver a ver a alguien, pero deberíamos valorar también si hemos estado cómodos, si hemos podido ser nosotros mismos y mostrarnos tal y como somos, si nos hemos reído, si nos hemos sentido escuchados y nos interesaba lo que nos contaba... En definitiva, si hemos pasado un buen rato en su compañía.

La atracción física es importante, pero hay otros muchos factores que deben darse para que se establezca un vínculo real entre dos individuos. Si lo que buscamos es una relación de pareja sana no debemos fundamentar todo en la fascinación y el hechizo iniciales, tendremos que analizar también lo que tiene esa persona en el interior para determinar si es lo que queremos a nuestro lado.


8 de octubre de 2015

El miedo

El miedo es una respuesta emocional a algo que percibimos como una amenaza. Esta amenaza puede no ser real, pero nosotros la sentimos así y nos genera el mismo desasosiego que si lo fuera. Como cualquier emoción, el miedo surge de forma instintiva y automática. Generalmente nos paraliza, por lo que es fundamental que aprendamos a diferenciar las amenazas reales de las que no lo son para evitar que, especialmente estas últimas, nos impidan actuar, tomar una decisión o enfrentar cualquier situación que se nos pueda plantear en la vida.

Algunos de los ejemplos más típicos:
  • Miedo al abandono, al rechazo, a ser engañados.
  • Miedo al estancamiento y a la rutina.
  • Miedo a la soledad.
  • Miedo a tener que ocuparnos de nuestra propia vida y a ser responsables de nuestra felicidad.
  • Miedo al fracaso o al éxito, a no saber hacer algo o a hacerlo mal. 
  • Miedo a la frustración, a no cumplir nuestros sueños.
  • Miedo a tomar decisiones inadecuadas, a ser incompetentes o a parecer estúpidos ante los demás. 
  • Miedo a las relaciones personales y al compromiso.
  • Miedo a intentar cosas nuevas, al cambio y a lo desconocido.
  • Miedo a no tener el control sobre lo que los demás hagan y piensen.
  • Miedo a no saber defender nuestros intereses y al conflicto que se puede generar si lo hacemos. 
  • Miedo a llevar la contraria.
  • Miedo a la desaprobación.
  • Miedo a expresar nuestros sentimientos, a cómo nos van a percibir los demás. 
  • Miedo a expresar nuestra sexualidad de forma adecuada.
  • Miedo a dejar que alguien nos conozca realmente, a ser honestos y a confiar en los demás.
  • Miedo a mostrarnos vulnerables.
  • Miedo a no saber poner límites.
  • Miedo a perder nuestra identidad e independencia al entablar una relación. Miedo a sentirnos atrapados.
  • Miedo a necesitar validación externa para sentirnos bien.
  • Miedo a la pobreza, a la enfermedad, al dolor, a la muerte.
  • Miedo a no ser escuchados, a no sentirnos valorados y respetados.
  • Miedo a la verdad.
  • Miedo a no ser aceptados tal y como somos.

Son muchas las circunstancias ante las que podemos sentir miedo y es bueno identificarlas para analizar si verdaderamente tienen fundamento o se basan en suposiciones que llevamos haciendo durante gran parte de nuestra vida y que asumimos como verdades sin serlo.


28 de septiembre de 2015

Cambio

"Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo" es una célebre frase de Albert Einstein que nos recuerda lo importante que es el cambio en nuestras vidas para crecer y evolucionar.

No obstante, los seres humanos somos criaturas de hábitos y nos cuesta mucho deshacernos de ellos. Cuando se trata de las relaciones personales, muchas veces preferimos lo que ya conocemos y sabemos manejar (aunque nos cause sufrimiento) que el miedo a lo desconocido. Esto puede llevarnos a permanecer junto a personas por las que ya no sentimos lo mismo o incluso en relaciones tóxicas que no nos permiten ser felices.

Cuando hemos pasado demasiado tiempo mostrándonos a los demás de una forma en la que no somos realmente con la pretensión de gustar y ser aceptados, puede que nosotros mismos lleguemos a dudar de quienes somos realmente y de nuestros propios sentimientos. En estas circunstancias, pensar en cambiar algo es muy complicado porque no sabemos de dónde partimos exactamente, así que surgen infinidad de excusas y pretextos para quedarnos como estamos.

Si tomamos consciencia de haber repetido un patrón similar en todas nuestras relaciones y no obstante seguimos actuando de la misma forma, no podemos esperar que por arte de magia el resultado sea diferente. Si pensamos que estamos llenos de defectos y que no somos lo suficientemente buenos para que alguien nos quiera tal y como somos, estaremos enviando ese mensaje a los demás de forma inconsciente.

Muchas veces somos nosotros mismos quienes saboteamos nuestras relaciones y en otras ocasiones culpamos a nuestras parejas de arruinarlas, pero decidimos permanecer en ellas. Nadie puede aprovecharse de nosotros si no se lo permitimos. 

Dejemos de mirar hacia afuera y analicemos qué estamos haciendo nosotros para obtener otros resultados. Tomemos la responsabilidad de nuestra vida y hagamos los cambios que sean necesarios para alcanzar nuestras metas.

Nuestra vida no evolucionará hasta que no cortemos con las dinámicas disfuncionales que nos mantienen enganchados a nuestras antiguas parejas o a situaciones del pasado que ya no podemos cambiar. Permanecer ahí es como dejarnos llevar por la corriente de un río, confiando en que la propia fuerza del agua nos llevará al punto al que queremos llegar. Aunque en algunas ocasiones nos dejemos llevar, es fundamental que en ciertos momentos agarremos el timón y dirijamos nuestra vida por donde realmente queremos que vaya.



22 de septiembre de 2015

Abandono

Para un niño o un adolescente es muy difícil entender que uno de sus padres no esté cerca o que no le muestre su cariño, por lo que habitualmente asumen que hay algo malo en ellos o que han hecho algo que ha provocado que el adulto se comporte de esa forma.

Incluso cuando somos mayores no llegamos a entender del todo las causas y nos hacemos infinitas preguntas para intentar conseguir una respuesta que nos ayude a comprender. Si además lo hemos sufrido en nuestra infancia, es habitual que al enfrentarnos a un abandono en la edad adulta vuelvan a aflorar en nosotros los mismos sentimientos de culpa que tuvimos en la niñez.

Esos sentimientos seguirán apareciendo de vez en cuando en nuestra vida y no tenemos que asustarnos por ello, simplemente debemos identificarlos y saber que lo que estamos sintiendo puede estar más relacionado con lo que experimentamos en el pasado que con lo que estamos viviendo ahora. Las pérdidas que suframos en el presente y en el futuro irremediablemente nos harán recordar otras que ya tuvimos. No podemos cambiar el pasado, pero sí podemos modificar el juicio que hacemos de nosotros mismos por lo que entonces hicimos o sentimos. 

Es como si nos acostumbráramos a caminar con una herida que no está cicatrizada del todo, ya no nos molesta para seguir nuestro camino, pero en el momento en que tropecemos y nos caigamos volverá a sangrar.

Tenemos que aceptar todo lo que ahora sabemos y dejar de culparnos a nosotros mismos por lo que pasara, que en ningún caso fue responsabilidad nuestra. No hay nada que pudiéramos haber hecho para cambiar a nuestros padres y nuestro valor no tiene nada que ver con las acciones que ellos decidieron tomar en su día como adultos.

Perdonarnos por ser tan duros con nosotros mismos nos permitirá liberarnos del pasado y enfrentar la realidad de nuestro presente. Aceptar que nuestros padres lo hicieron lo mejor que supieron o pudieron en ese momento y sobre todo, que nada de lo que sucedió estaba relacionado con nosotros, nos ayudará a sanar esas heridas.

Debemos ser conscientes de todo esto siempre que nos surjan sentimientos de culpa, vergüenza, miedo u obligación, para evitar reaccionar desde el niño hambriento de cariño y hacerlo desde la persona adulta que hoy somos. 



21 de septiembre de 2015

Gaslight

El término Gaslight / Luz de Gas se utiliza en psicología para denominar un tipo de abuso psicológico  que consiste en hacer dudar a la víctima de su propia memoria, percepción y/o cordura. Está basado en la película estadounidense del mismo nombre, dirigida por George Cukor en el año 1.944.

La cinta cuenta la historia de una hermosa mujer que se enamora de un famoso pianista y abandona todo para casarse con él. El marido poco a poco va aislándola de su entorno, alegando que su mujer esta enferma (realmente ella no lo está) y que por ese motivo no debe salir a la calle. Los continuos halagos y muestras de cariño iniciales se van transformando en situaciones en los que él le hará dudar de su memoria, llegando a esconder objetos o a cambiarlos de lugar para desconcertarla. El pianista desacreditará a su esposa delante de las empleadas del servicio doméstico e incluso flirteará con una de ellas sin importarle que su mujer esté delante, recriminándole después que todo son imaginaciones suyas. Estos episodios se repiten frecuentemente y ella se siente cada vez más débil y temerosa de su marido, ya que en varias ocasiones él reaccionará de forma violenta.

La película muestra el proceso que atraviesa la persona sometida a este tipo de abuso, sintiendo que está perdiendo todas sus facultades porque así se lo hace ver el abusador. En este caso su objetivo era conseguir unas joyas que estaban escondidas en el ático de la casa donde vivían, pero puede haber Gaslighting sin otra finalidad que el maltrato en sí mismo: el maltratador disfruta viendo como la víctima va haciéndose cada vez más vulnerable y queda doblegada a su voluntad, ya que él será su única conexión con la realidad (la víctima llega a creer que su percepción de la realidad está alterada y únicamente se fía de lo que le muestra el abusador).

Algunos signos de que estamos sufriendo Luz de Gas son los siguientes:
  1. Si estamos en una relación que no nos hace felices pensaremos que somos demasiado sensibles y que el problema está en nosotros.
  2. Continuamente estamos pidiendo disculpas, incluso por cosas que no hemos hecho.
  3. Buscamos excusas para justificar el comportamiento de nuestra pareja ante familiares y amigos. A menudo les ocultamos información para no tener que dar tantas explicaciones.
  4. Sabemos que hay algo que no funciona, pero no podemos expresar qué es, ni siquiera a nosotros mismos.
  5. Nos cuesta tomar decisiones por temor a la reacción de nuestra pareja.
  6. Tenemos la sensación de vivir en un estrés continuo.
  7. Estamos tristes.
  8. Sentimos que todo lo hacemos mal.
La víctima no logra salir de este bucle hasta que alguien le demuestra que no está loca y que lo que está viendo, oyendo o sintiendo es real. En la película, es un policía quien convence a la protagonista de que su marido la está utilizando para robar sus joyas. Una vez que ella recobra la confianza en sí misma es cuando puede enfrentar al abusador.

Cuando sospechemos que podemos estar en una relación de este tipo y no tengamos fuerza para abandonarla, lo mejor es que lo compartamos con alguien de confianza que nos ayude a reflexionar y recuperar la conexión con la realidad. Sin duda es la forma más efectiva de salir de ese infierno.



10 de septiembre de 2015

No control

Dejar que las cosas sucedan y aceptar que no tenemos control sobre ellas es algo que todos deberíamos proponernos para vivir más felices, con menos preocupaciones y más centrados en nuestra realidad, en nuestro presente. Aprender a soltar lo que no nos pertenece, a dejar ir a quien no quiere quedarse y a confiar en que todo sucede por alguna razón, aunque ahora mismo no seamos capaces de entenderla.

Valorar y agradecer todo lo que tenemos, cuidar nuestra relación con las personas que nos quieren y aceptarnos con nuestras capacidades y limitaciones es mucho más saludable que pensar en lo que no tenemos, obsesionarnos con quien no quiere estar a nuestro lado o atormentarnos con todos nuestros fallos y defectos.

Querer controlarlo todo produce un desgaste enorme en nuestras mentes y por mucho que lo intentemos nunca podremos hacerlo, por lo que es un esfuerzo inútil del que no obtendremos fruto. No se trata de vivir despreocupados de todo, sino de ocuparnos (no preocuparnos) por las cosas que sí están en nuestra mano y podemos cambiar.

Aprovechemos cada momento siendo conscientes de que no sabemos y tampoco podemos controlar cuánto tiempo vamos a disfrutar de este regalo maravilloso que es vivir.


21 de agosto de 2015

Vacaciones

Muchos de nosotros estamos disfrutando estos días de las merecidas y esperadas vacaciones. Es muy importante para nuestra salud física y mental que descansemos de la rutina diaria y hagamos otras actividades, que durante el resto del año no podemos realizar por falta de tiempo.

Para tener vacaciones no necesitamos programar grandes viajes ni gastar mucho dinero, basta con que nos dediquemos tiempo a nosotros y a hacer lo que nos gusta. Actividades como ir al cine, visitar los museos de nuestra ciudad, dormir todo lo que nos apetezca, dar un paseo al atardecer o levantarnos por la mañana para practicar nuestro deporte favorito son cosas que todos podemos permitirnos. Si además conseguimos hacer alguna de estas actividades en compañía de las personas que a lo largo del año no vemos todo lo que nos gustaría, resultarán aun más gratificantes.

El caso es desconectar y cargar las pilas para que, cuando terminen las vacaciones, podamos retomar nuestras actividades cotidianas con energía. Habrá quien lo consiga tumbándose al sol en una playa, dando un paseo por la naturaleza, leyendo un buen libro a la sombra de un árbol o disfrutando de una puesta de sol. Cada uno tiene su forma de hacerlo y todas son igualmente válidas.

Felices vacaciones a todos!!



3 de agosto de 2015

Equilibrio en la balanza

Todos somos libres para iniciar relaciones con quien se nos antoje, pero de igual forma podemos terminarlas cuando queramos, sin tener que dar demasiadas explicaciones. Basta con que seamos honestos con la otra persona y le hagamos saber que no somos felices a su lado. No sentirnos a gusto es motivo más que suficiente para poner fin a una relación.

Obviamente, en cualquier relación habrá buenos momentos y otros que no lo serán tanto, y tendremos que decidir hasta qué punto nos compensa pasar algunos momentos desagradables por el resto de cosas positivas que nos aporte estar con esa persona. La balanza debe estar equilibrada, o mejor aun inclinada hacia el lado de las cosas buenas.

Si después de analizar los pros y los contras, hemos decidido que es el momento de poner punto y final debemos mantenernos firmes en nuestra decisión, siempre que esta haya sido analizada y sopesada convenientemente. No podemos hacernos responsables por los sentimientos de la otra persona, ya que eso nos haría permanecer junto a ella por miedo, pena y/o culpabilidad, factores que en ningún caso son compatibles con una relación sana.

Es muy doloroso distanciarnos de alguien con quien hemos compartido nuestra vida, pero debemos pensar que es lo mejor para nuestro bienestar y que todo el dolor que ahora sentimos pasará. Lo maravilloso es que después de algún tiempo, podremos ver al otro tal y como es, sin tener que maquillar la realidad porque ya no habrá necesidad de justificar nada. Nos daremos cuenta de que estamos mucho mejor sin esa persona en nuestra vida, pese al cariño que podamos seguir sintiendo por ella.


22 de julio de 2015

Amor propio

Como seres humanos que somos, pasamos la mayor parte de nuestras vidas buscando el amor en todas sus formas, aunque muchas veces nos olvidamos de buscarlo en el lugar más importante donde debemos encontrarlo: en nosotros mismos. Tener amor propio implica un gran respeto por uno mismo y saber valorarnos, ya que solo así podremos mostrarle al universo que somos dignos de recibir amor y también de darlo.

En ocasiones basamos este sentimiento en validaciones externas, que pueden ir desde la opinión que los demás tienen de nosotros hasta los "Me gusta" que recibimos en Instagram o los amigos que tenemos en Facebook. No tiene mucho sentido que intentemos cultivar algo que es completamente interno y personal a partir de algo que es ajeno a nosotros y no nos pertenece.

Estas, entre otras, son algunas formas con las que podemos demostrarnos a nosotros mismos que somos importantes y cultivar ese sentimiento de amor propio:
  1. Trátate a ti mismo de la forma que quieres que lo hagan los demás. Muchos de nosotros hemos aprendido que debemos tratar a los demás como nos gustaría que ellos nos tratasen a nosotros, pero no es tan frecuente que nos hayan enseñado que también debemos tratarnos a nosotros mismos de la forma que queremos que nos traten.
  2. Disfruta del tiempo contigo mismo. Un baño relajante, pasear por el campo, leer un buen libro, hacer deporte, cocinar, pintar o ver una película. Esas cosas que dibujan una sonrisa en nuestra cara cuando las hacemos son fundamentales para mantener alta nuestra autoestima. Respetemos esos momentos con nosotros mismos haciendo aquello que nos gusta.
  3. Perdónate. Sentirnos culpables y machacarnos por haber cometido un error puede hacernos sentir peor que el error en sí mismo. Lo que está hecho, hecho está y no se puede cambiar, así que lo mejor es aceptarlo como un capítulo más de nuestra vida, aprender de la experiencia y pasar página cuanto antes.
  4. Aprende a decir NO. Esto no nos convierte en malas personas, sino en seres inteligentes que se respetan a sí mismos. Cuando dejamos de aceptar cosas que realmente no queremos en nuestra vida, nos damos cuenta de todo el tiempo que nos queda disponible para lo que verdaderamente nos hace felices.
Ya lo dijeron los Beatles... All You Need is Love (SELF-LOVE)




14 de julio de 2015

Cuando es hora de abandonar

Estos son algunos indicios de que ha llegado el momento de poner punto final a una relación y de que debemos utilizar el Contacto Cero para recuperarnos: 
  1. Si intento hacer las cosas de forma diferente a como mi pareja piensa que deben hacerse, recibo objeciones, silencios, malas caras o cualquier otra forma de hostilidad, ya sea directa o indirectamente. 
  2. Siento como si estuviera perdiendo la cabeza, de hecho otras áreas de mi vida se están viendo afectadas (trabajo, familia, amigos,...).
  3. He intentado poner fin a la relación en otras ocasiones, pero siempre termino volviendo.
  4. Le he pedido a mi pareja que necesito tiempo y espacio, pero sigue contactando conmigo.
  5. Hay una ausencia de amor, confianza y respeto.
  6. Estoy permitiendo comportamientos abusivos por parte de mi pareja.
  7. Tengo la sensación de estar enganchado a esa persona y vuelvo una y otra vez a la relación, para volver a sentirme decepcionado. 
  8. No he establecido límites o estos son muy difusos. 
  9. Mi pareja carece de empatía y no sopesa el impacto que sus acciones y palabras tienen sobre mí.
  10. He sufrido algún tipo de abuso por parte de mi pareja (físico o psicológico).
  11. Manipula las situaciones para terminar siendo la víctima y hacerme sentir culpable de cosas que ni siquiera he hecho.
  12. Aunque siento que no soy feliz, siento temor de terminar la relación por lo que pueda pasarle a mi pareja.
No esperemos a tener nuestra autoestima hecha trizas para abandonar una relación tóxica. Cuanto más tardemos en salir, más tiempo nos llevará recuperarnos. 



8 de julio de 2015

Hey... What´s up?

Estamos tan acostumbrados a comunicarnos por vía electrónica que a veces nos olvidamos de lo importante que es mantener una conversación real y de calidad con las personas que nos importan. 

Cuando estamos en una relación, podemos cometer el error de dar demasiada importancia a la frecuencia con la que nuestra pareja contacta con nosotros, y no analizar si esa forma de comunicación es de una calidad adecuada. Que nos envíen un mensaje de vez en cuando puede ser un gesto muy romántico, siempre que no sustituya a las conversaciones que toda pareja debería tener, bien sean por teléfono o muchísimo mejor cara a cara. 

El problema viene cuando en una relación (ya sea de pareja o de cualquier otra naturaleza) se opta por este tipo de comunicación "vaga". Nos acostumbramos a estar en continuo contacto con la otra persona y sin querer entramos en una espiral de dependencia, ya no importa el contenido de los mensajes, lo importante es que lleguen a la pantalla de nuestro teléfono para saber que el otro está ahí y se acuerda de nosotros. Si pasamos más tiempo del habitual sin recibir ninguna notificación es cuando empezamos a sentir la ansiedad. Revisaremos si se ha conectado, si está en línea, si ha leído o no nuestro último mensaje...

Las últimas actualizaciones de WhatsApp permiten desactivar la opción de mostrar y ver la última hora de conexión, lo que sin duda habrá sido un mazazo importante para los que utilizaban esta aplicación para controlar a los demás. Sin embargo, ahora todo el mundo puede saber si su mensaje ha sido o no leído con el famoso doble check azul. Tendremos que buscar excusas diferentes a "olvidé mi teléfono móvil" o "me quedé sin cobertura". Quizás ahora tengamos que afrontar la realidad y decir que no contestamos porque se nos olvidó, porque no pudimos o simplemente porque no nos dio la gana hacerlo. Incluso podemos no dar explicaciones de por qué contestamos o dejamos de hacerlo.

Seguramente todos habremos escuchado más de un caso (si no lo hemos vivido en nuestras propias carnes) de malentendidos o discusiones a través de esta aplicación. WhatsApp es una fantástica herramienta de comunicación instantánea que, usada de forma razonable, es útil para mantener el contacto con las personas que no vemos muy a menudo, para hacer recordatorios, saludar o felicitar a nuestros familiares y amigos o mandar algún mensaje cariñoso a nuestra pareja. Evitemos utilizarlo para asuntos importantes y mucho menos para dar malas noticias o expresar nuestro desacuerdo en algo. Todo esto es mejor hacerlo en persona, nuestra comunicación no verbal nos ayudará a hacer llegar el mensaje de la forma que queremos. Si es una cuestión urgente y nos resulta imposible encontrarnos con esa persona, utilicemos el teléfono para hablar en lugar de escribir. Al menos contaremos con nuestro tono de voz para comunicarnos de una forma más eficaz y evitar malas interpretaciones.


4 de julio de 2015

Las cosas que nos hacen sentir bien

Es muy importante contar con recursos propios con los que poder reconfortarnos cuando pasamos por situaciones difíciles. En este sentido es crítico aprender a cuidarnos, mimarnos y darnos lo que necesitamos en cada momento. Esto es algo que requiere de práctica y necesitaremos probar qué es lo que funciona con nosotros en cada momento.

Pensemos en las cosas que hacemos cuando nos sentimos tristes, estresados, aburridos, solos, enfadados, inseguros...Si no tenemos un abanico de respuestas saludables para cada uno de estos momentos, tenderemos a buscarlas en fuentes externas que nos hagan sentir bien de forma casi inmediata, pero que a la larga nos dejarán un mayor vacío.

Si cada vez que me aburra decido irme de compras y fundir mi tarjeta de crédito, mi situación financiera se resentirá. Si estoy triste y decido irme de juerga toda la noche para no dar espacio a mi tristeza, a la mañana siguiente mis problemas seguirán ahí, acompañados de una buena resaca. Si para no sentirme tan solo decido llamar a mi ex-pareja para que me haga compañía, es probable que la cosa termine en algo que sé que no me conviene y que me generará más ansiedad.

Por supuesto, siempre podremos recurrir a la gente que nos quiere y que sabemos que nos tratará con amor y con respeto, pero es muy bueno tener una lista con las cosas que nos gustan y nos hacen sentir bien, sin necesidad de contar con nadie más que con nosotros mismos. Es probable que al principio nos cueste identificarlas porque hemos pasado mucho tiempo pendientes de satisfacer las necesidades de los demás y hemos olvidado las nuestras. A veces ayuda pensar en lo que más nos gustaba hacer cuando éramos niños o en aquellas aficiones que hemos abandonado mientras buscábamos la aprobación y el cariño de otras personas.

Es un trabajo personal encontrar las que mejor le funcionan a cada uno, pero entre las más recurrentes suelen estar hacer deporte, dormir y comer bien, pintar, leer, hacer punto, la fotografía, cocinar, el bricolaje, la jardinería, escuchar música, meditar o rezar, cantar, bailar,...

No pensemos que esto hará desaparecer todos nuestros problemas de forma inmediata, pero sí conseguiremos reducir de manera importante los niveles de stress en nuestra vida diaria. Aprenderemos a dar a cada cosa la importancia que se merece, ya que no querremos desaprovechar nuestro precioso tiempo dando vueltas a pensamientos negativos durante horas o incluso días enteros. Una buena práctica es concedernos de 15 a 30 minutos diarios para "rumiar" esos pensamientos, pero una vez concluya ese tiempo nos centraremos en nuestra vida y en la lista de actividades que hemos identificado como reconfortantes para nosotros. Al día siguiente podemos volver a dedicar otro espacio de tiempo a ese pensamiento si lo necesitamos, pero nunca más de 30 minutos al día.



30 de junio de 2015

Ira

En ocasiones podemos tener miedo de expresar nuestra ira por evitar hacer sentir mal a otras personas. Si además nos han educado para mostrarnos como personas amables y asociamos el enfado con el rechazo y el abandono, nos costará aún más mostrar este sentimiento, que es tan legítimo como el resto. 

No somos malas personas por enfadarnos. Tenemos todo el derecho a sentirnos así, nuestra responsabilidad es manejar esa ira de forma adecuada. Si le gritamos a alguien a quien no teníamos intención de gritar o fruncimos el ceño y ponemos mala cara, solo conseguiremos aislarnos porque nadie querrá estar a nuestro alrededor, pero no solucionaremos el problema que provocó nuestro enfado.

Algunas sugerencias para manejar la ira:
  • Permitámonos enfadarnos cuando necesitemos hacerlo.
  • Sintamos la emoción, sin juzgarla.
  • Reconozcamos los pensamientos que acompañan al sentimiento.
  • Gran parte de la ira proviene de necesidades insatisfechas. Dejemos de gritarle a la persona con quien estamos enfadados, pensemos qué necesitamos de ella y pidámoslo. Si no puede o no quiere dárnoslo, reflexionemos sobre qué debemos hacer para cuidar de nosotros mismos.
  • No dejemos que la ira nos controle. No perdamos el control sobre nuestros actos ni pongamos en peligro nuestra seguridad por reaccionar a la ira.
  • Somos responsables de nuestro sentimiento, aunque sea una reacción a la conducta inadecuada de otra persona.
  • Aceptémonos tal y como somos.
  • El ejercicio físico es muy bueno para descargar la energía.
  • Escribir cartas expresando lo que sentimos nos ayudará a soltar la ira acumulada. No es necesario enviarlas.
  • No lastimemos a los demás cuando estemos enfadados ni permitamos a otros que nos hagan daño (física o emocionalmente) cuando lo estén ellos.
  • Deshagámonos de todo sentimiento de culpa. La culpa no ayuda nada.

Debemos aprender a manejar nuestra ira, no reprimirla. Es muy sano enfadarse cuando necesitemos hacerlo. Este sentimiento es como la mala hierba, no desaparecerá si lo ignoramos, sino que crecerá salvajemente y se apoderará de nosotros.



25 de junio de 2015

La importancia de saber decir NO

En ocasiones pretendemos quedar bien con todo el mundo y la mayoría de las veces eso no es posible, o lo que es peor, implica quedar mal con nosotros mismos. 

Ir a tomar algo con nuestros amigos cuando lo que nos apetece es quedarnos en casa descansando, salir más tarde del trabajo para acomodarnos a los horarios de otros compañeros que han llegado después que nosotros o comprometernos con nuevos proyectos cuando todavía no hemos terminado los que tenemos entre manos, son algunas de las situaciones que pueden darse en nuestra vida cotidiana y que nos llevan a decir SÍ cuando realmente queremos decir NO.

Los continuos compromisos sociales pueden llegar a ser extenuantes y la costumbre de dedicar al trabajo más horas de las necesarias terminará por agotarnos, por no hablar de los quebraderos de cabeza que nos traerá aceptar planes que sabemos que no podemos permitirnos económicamente. Cuando nos comprometemos en exceso y sobrecargamos nuestras agendas, nos estamos privando de tiempo para desarrollarnos como personas y eso nos impide ofrecer al resto del mundo la  mejor versión de nosotros mismos.

He aquí algunos consejos para empezar a acostumbrarnos a incluir la palabra NO en nuestro vocabulario:

  • Si hemos quedado con alguien que nos importa haremos todo lo posible para no cancelar esa cita. ¿Por qué no hacer lo mismo cuando tenemos un compromiso con nosotros mismos?. Seamos más respetuosos con el tiempo que dedicamos a las cosas que nos gustan y que son buenas para nosotros. Nuestro bienestar es tan importante o incluso más que el de las personas que nos rodean.
  • No temamos declinar aquellas propuestas que no nos convenzan o que a la larga sepamos que no nos convienen, por temor a perdernos el acontecimiento de nuestras vidas. No nos estamos perdiendo nada, de hecho lo que estamos haciendo es dar espacio a lo que verdaderamente importa: NOSOTROS MISMOS. Confiemos en que lo que tenga que ser y lo que tengamos que vivir aparecerá en nuestro camino en el momento exacto, solo necesitamos estar atentos para que no pase de largo.
  • Seamos sinceros y rechacemos amablemente aquello que no nos interese, agradeciendo siempre que hayan contado con nosotros. No necesitamos mentir o poner excusas, podemos ser honestos y dar a la otra persona la posibilidad de serlo también con nosotros.

Como cualquier cosa en la vida, esta actitud también requiere de práctica y tiempo para aprender a escuchar a nuestro yo interno y no dejarnos arrastrar por la necesidad de complacer a los demás.


23 de junio de 2015

Asociaciones del pasado

Como seres humanos que somos, es frecuente que tendamos a generalizar, a dar las cosas por sentado y a juzgar situaciones o personas basándonos en nuestras experiencias personales. Asociamos ciertas cosas con sentimientos positivos y otras con sentimientos negativos, pero debemos ser conscientes de que esas asociaciones no siempre se corresponden con la realidad. Podemos experimentar situaciones que nos hacen sentir bien en un momento dado, pero que a la larga son negativas para nosotros y de la misma forma podemos evaluar algo como negativo cuando realmente no lo es tanto.

En ocasiones seguiremos haciendo las mismas asociaciones que solíamos hacer cuando éramos niños, sin darnos cuenta de que nuestra situación actual no es la misma que cuando teníamos 5, 10 o 15 años. Ahora somos adultos y tenemos plena capacidad para cuidar y responsabilizarnos de nosotros mismos. Podemos decidir qué necesitamos, qué deseamos y cuáles son nuestras expectativas. Además ahora escucharemos y respetaremos nuestros propios sentimientos y opiniones, incluso cuando otros no lo hicieran en el pasado.

Todas esas asociaciones del pasado no tienen en cuenta la madurez, las habilidades y los conocimientos que hemos ido adquiriendo con el paso de los años y por tanto no siempre tienen validez en el presente. Si durante nuestra infancia temíamos decir o hacer algo que pudiera enfadar a nuestros padres, profesores o amigos, no sería raro que hubiéramos arrastrado ese temor hasta nuestra edad adulta.

Algunas asociaciones (especialmente las negativas) son muy útiles para ayudarnos a identificar experiencias que ya hemos vivido y no queremos que vuelvan a repetirse en nuestras vidas. Sin duda nos pueden ayudar a protegernos y apartarnos de las situaciones y personas que nos hacen revivir esos momentos desagradables.

No obstante, si para protegernos de volver a sufrir hacemos demasiadas asociaciones negativas, correremos el riesgo de considerar a todas las personas que nos rodean y los acontecimientos que se producen en nuestra vida como potenciales amenazas, cuando no lo son realmente. Tenderemos a reaccionar ante ellas de forma desproporcionada o incluso a aislarnos y adoptar una actitud pasiva para evitar el conflicto que asociamos con el temido rechazo o abandono.

Por tanto, para que una asociación nos sea útil debemos analizar el contexto actual para ver si es el mismo o al menos parecido al que se dio originalmente, pero sobre todo no debemos dejar que las situaciones que vivimos en el pasado (positivas o negativas) nos cieguen para hacer una valoración real del presente.



15 de junio de 2015

Jardineros de nuestro espíritu

Hoy en día hay una mayor concienciación que hace unos años acerca de la importancia de llevar una vida sana y equilibrada, pero al igual que es necesario alimentar y cuidar nuestro cuerpo, lo es también hacerlo con nuestra mente y con nuestro espíritu. Es esta última parte la que, por estar menos expuesta, quizás consideremos menos digna de atención. 

Cuidar nuestro espíritu pasa por aprender a desechar los pensamientos negativos que continuamente generamos. Las preocupaciones, las ansiedades, los miedos, la nostalgia del pasado y el temor por lo que nos deparará el futuro, nos alejan de vivir y disfrutar nuestra vida en el presente, que es lo que realmente tenemos.

Si imaginamos nuestro espíritu como un jardín que debemos cuidar, esos pensamientos tóxicos estarían representados por la maleza que no deja florecer lo que allí hemos plantado. Tenemos que ocuparnos de la mala hierba cortándola cuanto antes para no darle tiempo a crecer entre nuestras preciosas flores y evitar así que termine secándolas.

Es inevitable que se produzcan situaciones que perturben nuestra paz y nos generen inquietud o preocupación, pero todos tenemos el poder de decidir en qué queremos pensar en cada momento. Cuando un pensamiento negativo aflora en nuestra mente tenemos dos opciones: alimentarlo y recrearnos en él o decidir concentrarnos en otra cosa. Al principio nos resultará complicado conseguirlo, pero es cuestión de práctica aprender a esquivar y no prestar atención a esos pensamientos, que la mayor parte de las veces nos paralizan, nos quitan poder y nos impiden actuar.

Todos los acontecimientos que nos suceden en la vida ocurren por algo y siempre contienen un aprendizaje o abren una puerta que de otra forma hubiera permanecido cerrada. Encontrar la parte positiva a lo que nos pasa, agradecer lo que tenemos y confiar en que todo está bien nos permitirá alimentar nuestro espíritu con pensamientos que atraerán las cosas buenas a nuestro alrededor.




13 de junio de 2015

Tener metas

Si nos concentramos demasiado en los demás, dejaremos de hacerlo en nuestra propia vida. Viviremos reaccionando, en lugar de actuando.

Para vivir de forma activa es fundamental tener metas. Las metas nos generan interés y nos mantienen en rumbo hacia lo que deseamos. Habrá metas que consigamos y otras que no, pero eso no significa que no alcanzaremos la  felicidad. Los objetivos que nos planteamos en un momento determinado de nuestra vida pueden cambiar, de hecho lo más normal es que en nuestro camino encontremos situaciones que nos hagan adaptarnos a lo que nos toque vivir en cada momento.

Cuando vamos de viaje a un sitio nuevo nos es útil tener una lista con las cosas que queremos visitar. Esa lista no significa que no podamos ver otras cosas ni que estemos obligados a verlas todas, pero nos sirve como hoja de ruta para aprovechar el viaje al máximo. Lo mismo podemos hacer con nuestra propia vida. Podemos hacer una lista de metas que nos ayude a mantener el rumbo.

No obstante, debemos ser pacientes, las cosas suceden cuando llega su momento. No nos frustremos por no conseguir algo, si tiene que ser para nosotros llegará y si no es para nosotros ya vendrá otra cosa, puede que incluso mejor que lo que habíamos pensado inicialmente. Ahí es donde entran en juego la aceptación, la confianza, la fe y el desapego.

Por último, si aprendemos a convertir nuestros problemas en metas nuestro cerebro estará más enfocado en solucionarlos. No nos preocupemos por las cosas, ocupémonos de ellas.




11 de junio de 2015

La importancia de nuestros sentimientos

Es habitual que nos sintamos responsables por los sentimientos de los demás y nos preocupemos de no herirles u ofenderles con nuestras palabras o comportamientos. Sin embargo, muchos de nosotros hemos abandonado la responsabilidad sobre nuestros propios sentimientos. En ocasiones no sabemos siquiera lo que estamos sintiendo.

No debemos permitir que nuestros sentimientos controlen nuestra vida, pero tampoco podemos ignorarlos. Son muy importantes y hay que prestarles la atención que se merecen.

No hay que juzgar los sentimientos como buenos o malos, simplemente hay que sentirlos. Es importante que nos tomemos unos momentos para reconocer la sensación de enfado, tristeza, alegría o miedo (o la mezcla de ellos) y que no bloqueemos ni censuremos nada de lo que estemos sintiendo en ese momento. No somos peores ni mejores personas por los sentimientos que tenemos.

Lo más saludable es evaluar la situación y elegir una acción que nos permita seguir cuidando de nosotros mismos. Si el sentimiento es demasiado fuerte y no nos deja hacer una valoración con suficiente claridad, es preferible esperar unos días hasta que nos sintamos en paz y podamos tomar una decisión apoyándonos en la razón y en nuestro código moral o ético. No dejemos que nuestros sentimientos decidan por nosotros. 

Si negamos nuestros sentimientos no podremos manejarlos, por el contrario serán ellos quienes nos controlen a nosotros.


9 de junio de 2015

Los mensajes que enviamos

La forma en la que nos tratamos a nosotros mismos es también la manera en que las personas que nos rodean perciben que pueden tratarnos. Si no nos concedemos el amor, la confianza y el respeto que merecemos, tampoco van a dárnoslo los demás. Inconscientemente estamos enviando el siguiente mensaje: "Esta es la forma en la que yo me trato a mí mismo. Tú puedes hacerlo igual o incluso peor".

Cuando somos capaces de cuidarnos y tratarnos con respeto y aprendemos a ser felices con nosotros mismos, no aceptamos de otra persona un comportamiento que nos haga perder ese sentimiento de tranquilidad y bienestar. Esto nos evita permanecer en relaciones insanas, ya que ahora sabemos cómo queremos sentirnos y no estamos dispuestos a renunciar a ello por conseguir la validación de nadie.

Si alguien nos trata de una forma que no nos hace sentir bien y lo toleramos, damos a entender que no nos queremos ni nos respetamos y que estamos dispuestos a aceptar una relación mediocre con esa persona, con tal de mantenerla a nuestro lado. La respuesta a este trato inapropiado no debe ser intentar cambiar al otro o ser aún más complacientes para que él o ella decidan cambiar por sí mismos. La actitud más inteligente y también la más saludable es emplear todas nuestras energías en averiguar por qué estamos aceptando menos de lo que merecemos. Qué es lo que nos hace pensar que esa relación y esa horrible forma de sentirnos es lo mejor a lo que podemos aspirar.

En muchas ocasiones con estas relaciones tóxicas estaremos reviviendo situaciones que ya hemos experimentado con otras parejas o incluso con nuestros padres cuando éramos niños. En cierta forma nos sentimos enganchados porque queremos solucionar lo que entonces no pudimos.

Una vez seamos capaces de descubrir los motivos podremos trabajar sobre ellos y aprenderemos a tomar nuestras decisiones como adultos, basándonos en la situación real que tengamos en cada momento de nuestra vida, no en lo que experimentamos en la niñez. Comprender y aceptar lo que hemos vivido en el pasado nos ayudará a tomar conciencia para cuidar mejor de nosotros en el presente.

Tratémonos siempre con amor y respeto para que con nuestras acciones hagamos llegar a los demás el mensaje de que no vamos a aceptar relacionarnos de otra forma. 



2 de junio de 2015

No es egoísmo

Cuando decidimos prestar atención a nuestras necesidades, expectativas, deseos, sentimientos y opiniones (en lugar de esperar que otros lo hagan por nosotros) y empezamos a cuidar de nosotros mismos, podemos llegar a sentirnos egoístas. De la misma forma, cuando alguien respeta sus propios valores y pone sus límites podemos percibir a esa persona como egoísta.

El diccionario de la Real Academia Española define el egoísmo como un inmoderado y excesivo amor a sí mismo, que hace atender desmedidamente al propio interés, sin cuidarse del de los demás. Esto no tiene nada que ver con poseer una buena autoestima y saber establecer límites. Se trata de que aprendamos a adoptar una posición de igualdad respecto a los demás, no de superioridad ni de inferioridad. 

Las personas que se preocupan en exceso por los sentimientos y el comportamiento de los demás suelen utilizar la manipulación y el control para intentar cambiar las actitudes de la gente que les rodea. Detrás de una imagen aparentemente complaciente y desinteresada se esconden sus propias motivaciones. Si después de haber renunciado a sus principios por satisfacer al otro no reciben lo que buscaban se sentirán traicionados, heridos y abandonados.

La principal diferencia entre una persona egoísta y otra con una sana autoestima es que la primera intentará controlar a los demás para conseguir lo que quiere, mientras que la segunda no tendrá necesidad de controlar a nadie porque sabe que su felicidad solo depende de ella misma.

En el libro de Robin Norwood uno de los pasos hacia la recuperación de las mujeres que aman demasiado es el de volverse egoístas, en el sentido de dar prioridad a sus necesidades y deseos, en lugar de ponerlos en último lugar. Podremos ocuparnos de las necesidades de los demás una vez que las nuestras estén cubiertas.

Todos vemos razonable que en los protocolos de emergencia se establezca que para poder ayudar a alguien en un accidente debamos ponernos primero nuestra máscara de oxígeno y el chaleco salvavidas. A nadie en su sano juicio se le ocurriría decir que esa es una actitud egoísta.

Tener una buena autoestima y establecer nuestros límites no solo nos beneficia a nosotros, sino también a aquellos que nos rodean. Solo de esta forma estaremos capacitados para dar y ayudar a los demás sin esperar nada a cambio. Nadie puede dar lo que no tiene y si no nos amamos, respetamos y cuidamos a nosotros mismos difícilmente podremos hacerlo con otras personas.




1 de junio de 2015

Aprender a amar de nuevo

El deseo más profundo de todo ser humano es el de amar y ser amado. No obstante, para protegernos del sufrimiento y el dolor que ya hemos experimentado en otras ocasiones, hay veces que de forma consciente o inconsciente bloqueamos esas necesidades, aunque por mucho que intentemos reprimirlas siempre seguirán ahí. 

Podemos haber pasado por relaciones que nos han aportado muy poco y han absorbido hasta la última gota de nuestra energía y nos da miedo volver a caer en lo mismo, pero debemos tener en cuenta que a medida que vamos adquiriendo comportamientos más sanos, el amor será distinto. Ya no permitiremos que nada ni nadie nos lastime, aunque sea en nombre del amor. Realmente esas relaciones que nos destruyen son cualquier cosa menos amor. No tenemos por qué permanecer en relaciones en las que nos sintamos desdichados, poco valorados y que nos provoquen dolor y sufrimiento. Somos libres para cuidar de nosotros mismos y salir en cualquier momento, sin tener que dar explicaciones a nadie.

Queremos y necesitamos amor, pero nunca un amor tóxico o destructivo. Somos responsables de nuestras elecciones al iniciar, mantener y terminar una relación, bien sea de pareja o de cualquier otro tipo. Podemos amar a quien queramos y cuando queramos, pero tenemos que tomarnos nuestro tiempo para hacerlo de una forma que no nos lastime. Para ello es fundamental que pongamos atención a lo que está sucediendo realmente y no a lo que nos gustaría que fuera, y que encontremos un equilibrio a través del cual podamos amar y vivir nuestra vida al mismo tiempo. En definitiva, amar al otro sin dejar por ello de amarnos a nosotros mismos. 

Al comprendernos y valorarnos mejor nos será más fácil diferenciar entre las relaciones que funcionan y las que no, abandonar aquellas que nos destruyen y disfrutar de las que nos ayudan a crecer y mejorar como personas.

Trabajemos en todos los aspectos de nuestra existencia para que cuando aparezca el amor sea para mejorar una vida que ya es de por sí plena e interesante. Las cosas buenas nos sucederán si permitimos que ocurran, estamos abiertos a ellas y creemos merecerlas.


27 de mayo de 2015

Zapatos nuevos

Muchos de nosotros hemos permanecido más tiempo del deseable en relaciones en las que nos hemos sentido heridos, confundidos e inseguros. Si desde pequeños hemos aprendido que el amor requiere de sacrificio, trabajo y bastantes lágrimas estaremos habituados a luchar hasta la extenuación para que una relación funcione. 

Naturalmente habrá momentos en los que seremos felices con nuestra pareja, pero hay que valorar de forma realista si la mayoría del tiempo estamos bien o por el contrario vivimos en un estado general de nerviosismo, con miedo a decir algo o a expresar nuestros sentimientos y pensando continuamente en cómo podemos arreglar nuestra relación. Si nos sentimos así es porque no somos felices junto a esa persona, aunque lo fuéramos durante las primeras semanas o los primeros meses, antes de que pudiéramos conocer cómo era realmente.

Es como si nos empeñamos en calzarnos unos zapatos que no son de nuestro número. Podremos caminar con ellos durante un tiempo con los dedos encogidos y un terrible dolor de pies, pero nunca conseguiremos andar como lo haríamos con un calzado de nuestra talla, con el que nos sintamos cómodos y podamos movernos todo lo que queramos.

Cuando nos aprieta un zapato no dudamos en cambiarlo. Si es cuestión de una pequeña rozadura podemos probarlo durante un tiempo para ver si se adapta a nuestro pie, pero si sigue molestándonos decidiremos ir a la tienda a comprar unos nuevos.

Por otro lado, no podemos pretender que el primer zapato que nos probemos se nos ajuste a la perfección, tendremos que probar unos cuantos para saber cuál nos gusta más y con cuál nos sentimos más cómodos. El que no nos queda bien lo descartamos y buscamos otro, no supone un reto personal meter nuestro pie ahí dentro. Será perfecto para otras personas que lo comprarán, pero no lo es para nosotros.

Este mismo criterio, que parece muy simple, es el que deberíamos seguir con las relaciones que no nos permiten ser felices, y sin embargo nos empeñamos en permanecer junto a personas con las que continuamente experimentamos incertidumbre, dolor y sufrimiento, con la esperanza de que algún día cambiarán.

Una buena cuestión sobre la que reflexionar es si seríamos felices el resto de nuestra vida con nuestra relación de pareja tal y como es ahora mismo. Velemos por nuestra felicidad cada día, no esperemos al futuro para ser felices porque el presente es lo único que existe realmente.




26 de mayo de 2015

Las fases del duelo (V): Aceptación

Después de haber pasado por todas las fases del duelo, por fin llegará un día en que podamos pensar en nuestra ex-pareja sin que nuestro corazón sufra. Es normal que sintamos algo de tristeza y añoranza, pero dentro de nosotros habitará un profundo convencimiento de haber hecho lo correcto.

Cuando conseguimos centrarnos en nuestra recuperación y dejar a un lado todo lo demás empezamos a sentirnos felices de nuevo, volvemos a hacer planes con ilusión, disfrutamos de nuestro tiempo en soledad y casi sin darnos cuenta ya no tendremos que hacer esfuerzos para ceñirnos al Contacto Cero, que surgirá de forma natural porque habremos recuperado nuestra vida y esa persona ya no forma parte de ella, por lo que no sentiremos la necesidad de comentar nada con quien tanto compartimos en su día.

Alcanzar esta última fase del duelo es lo que nos permite pasar página y seguir adelante, pero antes de llegar a la aceptación es muy probable que hayamos tenido que pasar varias veces por las anteriores etapas. Podemos tener la sensación de estar avanzando y retrocediendo, pero es lo que habitualmente requiere el proceso de recuperación.

Aceptar lo que pasó realmente (y no lo que nos hubiera gustado) nos dará otra perspectiva para mejorar nuestra forma de relacionarnos con los demás y sobre todo, de querernos a nosotros mismos.


22 de mayo de 2015

Límites

Cada vez que permitimos que alguien sobrepase nuestros límites nosotros movemos hacia atrás nuestras fronteras. A medida que cedemos más, nos encontramos tolerando cosas que jurábamos que nunca admitiríamos y actuando de una forma que jamás hubiéramos imaginado.

No solo empezamos a pasar por alto conductas anormales, insanas e impropias, sino que nos convencemos de su normalidad y de que nos las merecemos. Podemos acostumbrarnos al abuso verbal y a un trato irrespetuoso casi sin darnos cuenta, pero en lo más profundo de nuestro ser una parte importante de nosotros lo sabe y nos lo dirá si la escuchamos.

Es fundamental que establezcamos límites sobre lo que haremos y también acerca de lo que permitiremos a la gente que nos haga o que haga por nosotros. Los que nos rodean necesitan saber que tenemos límites, y es nuestra responsabilidad fijarlos y dárselos a conocer. Requeriremos de algún tiempo para pensar en ellos, y una vez los tengamos definidos serán necesarias grandes dosis de energía y consistencia para hacerlos respetar.

Algunas personas se enfadarán con nosotros, ya que no podrán seguir usándonos como lo han hecho hasta ahora. Intentarán que volvamos al antiguo sistema de dejar que nos usen o abusen de nosotros. No tenemos por qué sentirnos culpables y debemos ser consistentes cuando nos pongan a prueba con enfados, chantajes o cualquier otra estrategia que lo que pretenda sea sobrepasar nuestros límites.




19 de mayo de 2015

Las fases del duelo (IV): Depresión

Cuando hayamos pasado por las anteriores fases del duelo y por fin nos demos cuenta de que nuestra relación se ha terminado de verdad, es normal que empecemos a tener un profundo sentimiento de tristeza y decepción.

Nos lamentaremos por no haber sido lo suficientemente buenos para que nuestra ex-pareja cambiara, como una prueba de amor hacia nosotros, o que al menos volviera suplicándonos perdón por todos los errores que cometió a lo largo de la relación. 

En esta etapa del duelo romperemos a llorar de repente, nos sentiremos culpables y pensaremos que hemos perdido todo el tiempo y el esfuerzo que invertimos en la relación. 

Será particularmente difícil lidiar con estos sentimientos si reconocemos que se trataba de una relación tóxica y aun así seguimos extrañándola. Nos llevará tiempo aceptar que hemos estado aferrándonos a algo que nos generaba mucho sufrimiento para tratar de compensar nuestras carencias afectivas y no tener que enfrentarnos a la soledad, o mejor dicho a estar con nosotros mismos. Debemos ser pacientes y darnos nuestro tiempo para que podamos pasar página, en lugar de castigarnos y sentirnos culpables por añorar aquello que tanto nos hizo sufrir.

Al terminar una relación de pareja, aunque esta haya sido de lo más tormentosa, es normal pasar por una fase más o menos larga en la que nos encontraremos sumamente tristes. Ser poco indulgentes con nosotros mismos y tratar de escondernos de nuestros sentimientos de dolor será lo que pueda hacernos caer en una depresión como tal, por lo que es fundamental que aceptemos y abracemos nuestra tristeza para que más adelante podamos liberarla.


14 de mayo de 2015

¡Diviértete!

Cuando hemos pasado demasiado tiempo pendientes de los demás, es habitual que alberguemos en nuestro interior un torrente de emociones que habremos reprimido por temor a ser rechazados o abandonados. Es así como terminamos saturados de sentimientos de culpa y desconfianza y preocupados por lo que todos los que nos rodean piensan de nosotros. Todo esto puede llegar a generarnos tal nivel de estrés, que sin darnos cuenta vivamos en un estado de angustia constante y olvidemos que merecemos divertirnos.

Conforme vayamos avanzando en nuestro proceso de recuperación empezaremos a saber cuáles son las cosas que nos hacen sentir bien y que nos gusta hacer. Hasta ahora no teníamos ni idea de cuáles eran porque estábamos más ocupados en saber qué les gustaba a otras personas y qué esperaban de nosotros.

Comenzar a hacer cosas solo para nosotros mismos nos ayudará a recuperarnos. Al principio podremos sentirnos incómodos porque es algo a lo que no estábamos acostumbrados, pero poco a poco nos iremos sintiendo mejor. 

Incluso cuando trabajamos en minimizar nuestras características codependientes seguiremos teniendo esa inclinación, pero al tomar conciencia de ellas y reconocerlas cuando aparezcan aprenderemos a controlarlas y a no dejar que dominen nuestra forma de actuar.

Podemos y debemos permitirnos disfrutar de la vida, no sólo de los momentos de fiesta y celebración, sino de todas las pequeñas cosas que nos brinda cada día. Parémonos a pensar en todo lo que tenemos y nos daremos cuenta de que es más de lo que creíamos, es cuestión de que aprendamos a valorarlo y a estar agradecidos por ello.





12 de mayo de 2015

Perdón

Saber perdonar es algo que nos hace grandes, pero solo podemos perdonar a los demás si nos hemos perdonado antes a nosotros mismos. Cuando tomamos conciencia de nuestras limitaciones y las aceptamos, nos es más fácil comprender y aceptar también las de los que nos rodean. 

El problema viene cuando perdonamos repetidamente a las mismas personas. Escuchamos promesas, creemos en mentiras y esperamos cambios que nunca llegan, y mientras tanto sufrimos. Perdonar a alguien no significa que tengamos que dejar que siga lastimándonos. Es importante que sepamos reconocer cuándo necesitamos dar un paso atrás para que él o ella no puedan hacernos más daño.

Tampoco podemos perdonar a quien no nos pide disculpas. Si alguien nos ha hecho sentir mal por algo, es nuestra responsabilidad hacérselo saber, pero será una decisión suya disculparse o no. En caso de que no nos pidan perdón por algo que nos ha ofendido, no tenemos que fingir, estamos dolidos por ello y no debemos disimularlo. De lo contrario, la otra persona recibirá el mensaje de que no pasa nada y no se replanteará su comportamiento, al no ver ninguna consecuencia del mismo.

Por último, el perdón vendrá a su debido tiempo. No nos sintamos obligados con nadie, somos nosotros los que debemos sentir cuándo es el momento, aunque perdonar a alguien de corazón nos libera y nos ayuda a seguir adelante. De lo contrario, el rencor y el odio se enquistarán dentro de nosotros y no nos permitirán seguir creciendo, por lo que es mejor liberarnos de esos sentimientos negativos cuanto antes.